• Un utensilio

    07-05-2008 | Rev. Jaerock Lee

    • Parte Cuarta: Esperanza a través de las pruebas

      1. Yo era un Pecador
      2. La Cruz de Jesús
      3. El Dios vivo
      4. Si puedes hacer algo
      5. Desarrollo de una iglesia
      6. Un utensilio


      6. Un utensilio

      “Pero en una carga grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”. (2 Ti. 2:20-21)



      Utensilios grande

      Se tardó tres años en realizar mi sueño de fundar una iglesia. En 1979 cuando estaba en el primer año del Seminario, mi hermana me prometió la tierra para fundarla. Por eso hice muchos esfuerzos para construir un edificio temporal, pero no podía conseguir el permiso de construcción. También intenté alquilar un edificio, pero no podía conseguirlo por no tener dinero.
      Pensé que podría establecer una iglesia con la ayuda de mis parientes puesto que había más de diez parientes que querían ayudarme. Pero la voluntad de Dios era diferente de la mía.
      Como en Pr. 16:9, “El corazón del hombre piensa su camino; Mas Jehová endereza sus pasos”, mis propios planes eran en vano porque Dios no condujo a ese camino.
      Dios cambió mi utensilio durante un período de tres años. Él me condujo de manera que yo fuera líder de una gran cantidad de fieles gracias a su ayuda en vez de ser líder de un grupo pequeño.
      Aunque yo decía a mí mismo que tendría que dejar todo en manos de Dios, con frecuencia intentaba hacer las cosas por mí mismo y cada vez que lo hacía, Dios impedía mi trabajo uno tras otro para que yo hiciera al fin lo que era su voluntad.
      Incluso oré por tres años por el nombre de la nueva iglesia. Cuando mi utensilio estuvo preparando a los ojos de Dios, Él nos inspiró el nombre para la iglesia.
      “Llámala Iglesia Man-Min” (toda criatura), dijo el Señor.
      “Id por todo el pueblo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15).
      Dios repitió lo que Él me dijo cuando me llamó como su siervo que cruzara ríos y montañas para mostrar milagros y predicar a la gente.
      Dios que creó todo de la nada me dijo que fuera un utensilio grande para que pueda fundar una iglesia conforme a su voluntad sirva para predicar las buenas nuevas a toda criatura.
      Sin ninguna ayuda de mis propios parientes, la iglesia fue desarrollada por la gente que mandaba Dios y por las cosas materiales proporcionadas por Él. Aprendí de nuevo el gran poder de Dios nos dio la victoria al fin.
      Para edificar su reino, Dios preparó muchos utensilios: no sólo de oro y de plata, sino también de madera y de barro; unos son para usos honrosos y otros para usos viles. Si alguno se purifica, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.
      ¿Cuál es mi utensilio y qué utensilio tengo que ser para ser útil a Dios?
      Mi utensilio era limpio cuando me permitió fundar una iglesia. Dios no quiso que yo cometiera ningún pecado, y me guió para que fuera un santificado. Cumplía los Diez Mandamientos y daba los nueve frutos del Espíritu Santo.
      Pero Dios dejó que yo pasara a través de pruebas para tener más perseverancia. A través de pruebas, fui acusado de ser un pagano y casi estuve a punto de ser expulsado del Seminario, pero seguí comportándome de acuerdo con la Palabra de Dios.
      “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Flm. 4:6-7).
      En este mundo hay gente que vende su patria, o gente que muere por su patria, es decir, ellos se comportan de acuerdo con los tiempos de su utensilio. Por creer en Dios, oré hasta el final. Mas el llegó a vencer al mal. ¡La verdad venció al diablo!
      Dios me consideró como un utensilio adecuado para desarrollar una iglesia puesto que vencí al pecado pasando pruebas y vivía sagradamente de acuerdo con la palabra de Dios.
      U. C. Sin y Juan que se hicieron pastores, me dicen ahora:
      “Estábamos muy preocupados por la situación cuando le acusaron, pero sentíamos que usted tenía fe grande puesto que seguía orando y no odió a los que le acusaron”.
      Mi esposa, mirando hacia atrás, dice;
      “Cuando el pastor Lee y yo estábamos preparando la fundación de la iglesia, teníamos grandes dificultades. Yo estaba media loca, pero él era diferente”.
      Después de hacer admitir a Satanás que mi utensilio era limpio, Dios me condujo a establecer la iglesia y me mostró su poder de varias maneras. Una vez que pasé las pruebas, la bendición de Dios fue abundante.


      Respuestas como fuego a las oraciones

      Después de la fundación de la iglesia, Dios nos mostró su voluntad a través de las oraciones como fuego. Desde aquel entonces empezamos a orar por el trabajo misionero en todo el mundo. Como Jesús llamado a los doce apóstoles, Dios llamó a los doce siervos para nuestra iglesia. Como Jesús había llamado a los setenta discípulos, también escogió a los setenta discípulos para nuestra iglesia.
      Dios también mostró a la nueva iglesia en una nueva visión. Por medio de los diecisiete miembros de la iglesia; además, mostró en otra visión una gran iglesia, su interior y sus noventa y seis pilares de mármol. El altar de la nueva iglesia se situaba en el centro del edificio y estaba girando lentamente.
      Dios nos enseñó a muchas almas que recibían gracia y nos mostró la visión de que yo estaba predicando a muchas personas y se estaban realizando milagros. Dios nos dio la inspiración por el trabajo misionero mundial.
      Dios me guió para ser un pastor de una vasija grande para que muchas personas pudieran venir a conseguir descanso por medio de mí. Ha sido un milagro que yo, quien al principio había estado preocupado por mi incapacidad y había vacilado por tres meses después de que Dios me había mandado ser su siervo, empecé a orar por una misión mundial.
      Dios me dio el don de sanidad cuando era un principiante. El también me dio el don de amor, el don de entender a los otros y el don de la visión puesto que yo estaba armado de las palabras, poder, dones, oración y pureza.
      Al orar por los enfermos que tenían males incurables, por las mujeres estériles y por los endemoniados, aparecía el poder de Dios y Él nos hizo entender claramente las reglas del mundo espiritual.
      En cuanto la iglesia fue constituida, Dios llamó a todo tipo de enfermos: paralíticos, cancerosos, reumáticos, personas con problemas del corazón, personas con linfagitis, tuberculosis y los ciegos. No había nada que Dios no podía hacer. Todos los pacientes fueron curados, puesto que Dios, es Dios que puede sanar.
      Dios también llamó a los tenían un espíritu débil, quienes entendieron mal la Palabra de Dios y quienes sufrían tribulaciones por no vivir según la Palabra. Como Dios me había dado la capacidad para resolver sus problemas, podía ayudarlos.


      Dios que llena la vasija

      Desde que me convertí en la vasija que Dios quería, Él llenó la vasija. La iglesia estaba formada por nueve personas al principio, pero el número de los feligreses era de cien cuando se celebró el culto de inauguración el 10 de octubre y creció su número cada año en progresión aritmética hasta llegar a 9.000 actualmente.
      ¿Entonces por qué Dios bendijo a nuestra iglesia a diferencia de otras iglesias?
      Nosotros llevamos nuestra vida en santidad, como Dios nos mandó, y por ese llenó nuestra vasija. El utiliza a las vasijas según su voluntad para recibir la gloria. Mi deseo era dirigir a muchas almas perdidas para que ellos pudieran convertirse en buenos trigos.
      Todo el que quiere ser una gran vasija limpia, tiene que tener sabiduría adecuada.
      “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre” (Stg. 3:13).
      “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembre en paz para aquellos que hacen la paz” (Stg. 3:17-18).
      Nosotros mostramos buenas obras de acuerdo con la sabiduría que Dios nos había dado. Ayudamos a otros a fundar iglesias, ofrecimos donativos para la construcción de los Seminarios y proporcionamos comida, alojamiento y el costo de matrícula a los estudiantes que querían ser siervos de Dios.
      Los domingos, todos los fieles comparten su amistad, almorzando juntos. No era fácil proporcionar comida a todos, teniendo en cuanta su gasto, pero confiamos que, “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará”.
      No sólo concentré mis esfuerzos en dirigir a la gente a Jesús, sino también concentré mis esfuerzos en ayudarlos a ser buenos trigos para que Dios pudiera recibir gloria por ellos.
      Para recibir a Jesús, prometí que haría todo lo posible para difundir la buena noticia por todo el mundo.


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