• Sabiduría de Arriba 8

    [Santiago 3:17]

    26-10-2008 | Rev. Jaerock Lee

    • : “Sabiduría de lo Alto (8)”
      :
      “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.”

      Esta es la octava sesión de la serie “Sabiduría de lo Alto.”

      La sabiduría de lo alto está llena de misericordia y buenos frutos. Misericordia no significa tener lástima de alguien, sino considerar un alma más preciosa que el mundo entero y proporcionarle vida, aunque posiblemente también tengamos que perdonarla, castigarla, o facilitarle obras caritativas según sea necesario.

      En la sesión anterior yo expliqué lo que es la misericordia de perdón y la misericordia de castigo entre los muchos aspectos de la misericordia.

      En esta sesión hablaré acerca de la misericordia al ofrendar.

      Solamente si tenemos misericordia podemos recibir la sabiduría para dar vida a las almas.

      También, aquellos que tienen misericordia de los demás, recibirán misericordia de parte de ellos y de Dios.

      Yo ruego en el nombre del Señor que a lo largo de este mensaje usted adquiera sabiduría abundante en misericordia y que produzca la plenitud de los frutos agradables.


      Amados hermanos y hermanas en Cristo.
      Si nosotros tenemos misericordia, vamos a poder ofrecer una mano de ayuda cuando veamos a alguien en necesidad. No vamos a hacerlo solamente por lástima.

      1 Juan 3:18 dice: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”

      Misericordia verdadera significa ayudar a los demás con hechos y acciones en verdad, aunque esto demande la redución de los gastos para nosotros mismos.

      Lo primero y más importante es tener misericordia de aquellas almas que no son salvas porque no conocen el evangelio\; debido a esa misericordia podemos predicar el evangelio a pesar de la persecución o del riesgo que corra nuestra vida.

      Debemos además mostrar misericordia y cuidar a aquellos que han fracaso en el mundo, a los enfermos, a los abatidos y a los olvidados. Al mostrar misericordia con verdad de esta manera, Dios nos mostrará Su misericordia.

      Si tan solo miramos el caso de esta iglesia, ustedes conocen bien que hemos ejecutado obras de caridad. Hemos ayudado a los demás no por el hecho de tener en abundancia, sino que aún en tiempos de escases ayudamos a los demás con fe.

      Poco después de la inauguración de esta iglesia, no teníamos suficiente ni siquiera para pagar la renta por el local del santuario. Teníamos que ahorrar literalmente cada centavo\; no obstante, empezamos a ayudar a otras iglesias abiertas pocas semanas después de esta.

      Esto se dio porque creímos que Dios nos recompensaría por compartir nuestras cosas con los demás.

      Lucas 6:38 nos dice: “Dad, y se os dará\; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo\; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.”

      Como está escrito, Dios nos ha dado más bendiciones de las que hemos sembrado y nos ha provisto de manera sobreabundante cada año.

      Esta es la razón por la cual el ayudar a otros es sabio, pero al hacerlo debemos tener discernimiento.



      Por ejemplo.
      - supongamos que existe una persona quien ha fracasado en su negocio y está pasando por una crisis financiera debido a que ha infringido la justicia de Dios y no ha actuado en la verdad. No es correcto ante los ojos de Dios ayudarle económicamente o llegar a ser un socio de su negocio por el simple hecho de que tenemos misericordia de él.

      Ustedes conocen bien que cuando Jonás estaba sufriendo debido a su desobediencia a Dios, aquellos que estaban con él también estaban sufriendo. Dios le dijo a Jonás que vaya a Nínive, pero Jonás huyó a otro lugar. Él subió a bordo de una embarcación con rumbo a Tarsis, destino que quedaba en la dirección opuesta a Nínive.

      Cuando esta embarcación enfrentó una gran tormenta en medio del mar, Jonás sabía que era por su causa, entonces les pidió a los marineros que lo lanzaran por la borda al mar, pero por su bondad humana no lo podían hacer. Fue en el momento en el que la vida de los marineros se vio amenazada que decidieron finalmente lanzar a Jonás por la borda, pero hasta ese entonces ellos ya habían sufrido grandes pérdidas.

      Tuvieron que batallar contra la tormenta por un largo tiempo y les fue necesario lanzar todo su bagaje al mar.

      Debemos guardar en nuestras mentes la lección de esta enseñanza.

      Asimismo, entre aquellos que experimentan dificultades financieras existen algunos quienes no trabajan debido a su adicción al alcohol o a los juegos de azar. Si estos reciben cualquier tipo de ayuda, la malgastan en sus vicios y placeres. En este tipo de casos nuestras ofrendas de caridad no nos retribuirán bendiciones.

      En otros casos algunas personas visitan muchas iglesias y exponen sus dificultades. Pero lo cierto es que están mintiendo. Poco después de la inauguración de esta iglesia, alguien vino y solicitó que le ayudara luego de contarme acerca de la dificultad de su situación.

      Entonces le dije: “Me gustaría ayudarlo, pero para resolver el problema fundamental usted debe creer en Dios y depender de Él. Usted puede recibir sanidad para el miembro de su familia que está enfermo y también la solución a sus problemas financieros asistiendo a la iglesia y dependiendo en Dios.” Esta persona nunca más regresó desde que se dio cuenta de que no iba a conseguir dinero fácilmente.

      En fin, existen muchos tipos de personas entre aquellos que solicitan ayuda, por eso debemos recibir la inspiración del Espíritu Santo. Aún en el caso del perdón o del castigo, se los debería ejecutar con el mismo propósito, que es el de salvar almas.

      Pero si ayudamos a otros, y no lo hacemos con discernimiento, podemos causar que caigan en pecado. Si causamos que vayan por el camino equivocado, entonces no podemos llamar a eso misericordia.

      Sin embargo, en mi caso particular, ayudo incluso a aquellos que no son los más apropiados ante los ojos de Dios.

      Yo sé que ellos pasan por pruebas debido a sus actos injustos, o sé que me están engañando, pero los ayudo de todas formas.

      Esto hago para darles una oportunidad de que se arrepientan y que encuentren el camino de vida. Por supuesto, algunos de ellos no se arrepienten verdaderamente entonces terminan apartándose de Dios.

      En ese caso, ¿significa que he sufrido una pérdida? ¡Claro que no!

      No es que yo haya sido engañado sin darme cuenta, sino que simplemente sembré a favor de esa alma encomendando la situación a Dios con fe.

      ¡Dios me recompensará por aquello! Al sembrar la semilla de misericordia ante Dios, Él me dará bendiciones provenientes de otras fuentes.

      Amados hermanos y hermanas en Cristo.
      ¡Los misericordiosos alcanzarán misericordia!

      En Hechos capítulo 9 encontramos a una mujer llamada Tabita. Ella cuidaba de las viudas y hacía muchas obras de caridad. Cuando ella se enfermó y murió, muchas viudas imploraban con lágrimas ante Pedro, mostrándole las prendas de vestir que Tabita había confeccionado para ellas. Esas buenas obras y ofrendas tocaron a Dios y Tabita recobró la vida por la oración de Pedro.

      Este mismo principio se aplica a Cornelio, el centurión Romano. Él recibió salvación porque sus buenas obras y sus oraciones tocaron a Dios.

      Hebreos 13:16 dice: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis\; porque de tales sacrificios se agrada Dios.” Yo anhelo que ustedes puedan mirar a su alrededor con amor y que conforten a los corazones heridos con obras de verdad.

      Hermanos y hermanas.
      Si tenemos abundante misericordia, produciremos abundancia de buenos frutos.

      Lo que hacemos por misericordia ciertamente producirá frutos hermosos por medio de la obra del Espíritu Santo, y por sobre todo, ganaremos el fruto de salvación al guiar a muchas almas a ser salvas.

      Si obramos en misericordia nuestro corazón también producirá muchos frutos.

      Todas las buenas obras que realizamos, tales como aquellas en beneficio de personas malas, y el aroma de la oración en paciencia y bondad, constituyen buenos frutos. Mediante estos frutos ganaremos honra tanto en la tierra como en el cielo.

      Jesús también cosechó innumerables frutos con Su increíble misericordia. Él tomó voluntariamente el dolor de la muerte por su misericordia hacia las almas agonizantes. Con ese fruto, incontables almas llegaron al camino de salvación.

      La misericordia de Jesús produjo abundantes frutos, incluyendo a Pedro quien predicó el evangelio hasta cuando fue crucificado boca abajo\; Juan, a quien llamaban hijo del trueno pero quien luego cambió y llegó a ser un apóstol de amor\; María Magdalena, quien era menospreciada, pero cambió y llegó a ser la más honrada de las mujeres al conocer a Jesús.

      Todos los aquí presentes y aquellos que están asistiendo a este servicio a través de la señal satelital y de Internet, son buenos frutos producidos por la misericordia del Señor.

      Amados hermanos y hermanas en Cristo.
      La sabiduría de lo alto es firme y sin hipocresía.

      “Firme” significa que observa todo con integridad invariable y sin parcialidad. Antes de poder observarlo todo con Justicia y con tal integridad, debemos primeramente cultivar la misericordia en nosotros.

      Aún sí conocemos mucho sobre la palabra de Dios, no podremos ponerla en práctica de manera apropiada sin amor y misericordia\; pues tendremos inclinación hacia nuestras preferencias, nuestro carácter, nuestra justicia y manera de pensar egoísta\; el resultado de esto serán los frutos de falsedad.

      Yo les dije antes que el resultado de la misericordia es la plenitud de los frutos agradables que emanan vida.

      En cambio la vacilación producirá frutos de maldad que distorsionan la verdad con juicio y condenación, y que causan la pérdida de la vida.

      Ese fue el caso de los Escribas y Fariseos en el tiempo de Jesús. Ellos estaban muy orgullosos de conocer la Ley y de estar capacitados para enseñar la palabra de Dios. Pero ellos interpretaban la Ley de acuerdo a su manera de pensar, condenando a los demás como pecadores. Cuando Jesús sanó a una persona enferma en el Día de Reposo, dentro del concepto de su “manera de pensar”, interpretaron aquello como una violación al Día de Reposo.

      El verdadero significado del Día de Reposo no es el de prohibir todo tipo de trabajo, sino el de tomar un descanso espiritual. Sanar a los enfermos, predicar el evangelio, y dar vida a las almas no constituyen tareas en beneficio personal, sino más bien es algo que debemos hacer en el Día de Reposo.

      Sin embargo los Fariseos y Escribas acusaron a Jesús de violar el Día de Reposo. Finalmente llegaron a la conclusión de que Jesús se estaba levantando en contra de Dios, lo cual era completamente falso.

      Ellos conocían la palabra de Dios a fondo como conocimiento y entendimiento literal, pero no poseían la sabiduría para aplicar la Palabra que conocían.

      En la actualidad sucede lo mismo\; el simple hecho de ser cristiano por muchos años y de leer y estudiar la Biblia de manera extensa, no significa que una persona tenga el amor de Dios en su corazón.

      Debemos poner en nuestro corazón y practicar la palabra que conocemos de memoria, y aunque practiquemos la Palabra por la gracia de Dios, pues no hemos llegado a la meta aún ya que constantemente debemos tratar de rechazar el pecado y la maldad de nuestros corazones.

      Debemos rechazar cosas como el odio, la ira, la envidia y los celos, también la codicia, el juicio y condenación, la arrogancia y muchas más.

      Si no podemos rechazar estas cosas, entonces no podremos sentir el corazón de Dios y tampoco podremos entender Su amor.

      Como resultado, juzgaremos a los demás de acuerdo a nuestra manera de pensar y no entenderemos sino que heriremos sus sentimientos. A menudo vemos este tipo de fruto, producto de la hipocresía y la vacilación parcial en nuestro diario vivir.

      Por ejemplo, supongamos que dos hermanos pequeños tienen una pelea. Si le preguntamos al hermano mayor: “¿Por qué pelean?”, él responderá: “¡Mi hermano me golpeó primero!”
      Pero si preguntamos al menor dirá: “¡Él intentó quitarme mi juguete, por eso lo golpeé!”

      Si disciplinamos al menor, escuchando solamente la versión del mayor, sentirá que ha sido la víctima\; y si los padres tienden a amar más al mayor, actuarán de esta manera con frecuencia. Si el niño menor es el que causa problemas con frecuencia, será más fácil aún para los padres creer la versión del hijo mayor.

      No solamente los niños tuercen los hechos, pues los adultos lo hacen también por beneficio propio o para conveniencia de sus propias opiniones. Debido a su vacilación, dicen mentiras sin siquiera darse cuenta de ello.

      Por ejemplo, supongamos que usted escucha que alguien a quien ama ha sido acusado de cometer algo malo.

      Es muy probable que usted discrepe inmediatamente diciendo: “¡Eso es imposible!”, o usted quizás desee simplemente ignorar el error de aquella persona argumentando de que debe haber tenido alguna buena razón para hacerlo.

      No obstante, si aquella persona es alguien que no es de su especial agrado, la situación será muy diferente. Usted simplemente la cree, aunque no sea verdad, y luego piensa: “Él ya ha cometido ese tipo de errores antes, y lo ha hecho nuevamente.”

      Además, usted quizás justifique sus sentimientos adversos hacia aquella persona diciendo: “Es por eso que él nunca me agradó.” Debido a que se vacila (en parcialidad) en lugar de tratar de discernir la verdad, se tiene la tendencia a creer aún lo que está mal y a emitir juicio sobre las personas.

      Permítame darle otro ejemplo: supongamos que alguien está pasando a su lado, alejándose rápidamente e ignorando su presencia. Quizás aquella persona estuvo muy ocupada o con alguna preocupación. Quizás tuvo algún problema de salud o quizás simplemente estaba tratando de estar solo por un momento.

      Sin embargo, si nosotros no amamos a esa persona, probablemente formulemos un juicio sobre ella. Es muy posible que pensemos que es grosera o que interpretemos su actitud dentro de nuestra experiencia y sentimientos pensando: “Yo no le respondí de manera positiva cuando me pidió un favor, entonces quizás está enojada.”

      En la medida en la que nos falte misericordia y amor, utilizaremos nuestros pensamientos terrenales dentro del contexto de la vacilación.
      Es por esto que no podemos escuchar la voz del Espíritu Santo, nuestros ojos se cierran y no podemos ver la verdad.

      Pueden también existir otros casos\; por ejemplo, cuando se trata de escoger entre dos cosas, nuestras palabras tienden a inclinarse por aquello por lo que tenemos preferencia.

      Entonces no preguntamos cuál será la voluntad de Dios verdaderamente, sino que preguntamos si podemos continuar con lo que nos gusta hacer.

      En este caso, no importa el tipo de respuesta que se escuche en una sesión de consejería, pues simplemente se la interpreta según la conveniencia. Por eso es que se debe tener sabiduría para conocer que la inclinación de vacilación del corazón de una persona da lugar a la falsedad.

      Por ejemplo, supongamos que un creyente desea renunciar a su trabajo pero su esposa no está de acuerdo, entonces acude a un pastor para solicitar su consejo.

      Él dice: “Pastor, mi empresa no tiene visión y a mí no me agrada ese tipo de trabajo. Es difícil llevar una vida de fe debido a las largas horas de trabajo, me gustaría emprender otro tipo de negocio. Entonces, ¿qué piensa usted pastor?”

      Cuando el pastor escucha estas palabras no puede decir simplemente: “Sí, hágalo” o “No lo haga.” ¿Qué puede decir si este creyente expone que desea llevar una mejor vida en la fe?

      Quizás puede decir: “Ya veo. Si esta nueva empresa tiene un buen futuro y si usted puede invertir más tiempo trabajando en una vida de fe, suena bien, pero no sea apresurado, sino considere otras cosas y escuche las opiniones de los miembros de su familia. Por encima de todo, usted debe orar fervientemente para que su decisión sea guiada por Dios.”

      Pero el hombre va rápidamente a su casa y le dice a su esposa: “Recibí consejería de parte de un pastor con respecto a mi trabajo.
      Él me dijo que este nuevo negocio es bueno porque tiene un mejor futuro y yo podré llevar una mejor vida Cristiana.
      Me aconsejó que ore junto con los miembros de la familia para ser guiado por Dios, entonces por favor oremos ahora.”

      En este caso este creyente ni siquiera se da cuenta de que está cambiando las palabras del consejo que ha recibido. Al enfocarse tanto en cumplir su deseo, sus ojos están cerrados a la verdad.

      Cuando usted brinde un consejo a alguien, debe discernir la inclinación a vacilar en las personas para poder dar consejos con sabiduría.


      Amados hermanos y hermanas en Cristo.
      1 Corintios 2:15 dice: “En cambio el espiritual juzga todas las cosas\; pero él no es juzgado de nadie.”

      Si observamos el mar de cristal frente al trono de Dios, podemos ver los peces e incluso las partículas de arena.

      De la misma forma, si nos sumergimos en lo espiritual de lo íntimo de nuestro ser, podemos discernir los corazones de los hombres y la imagen completa de una situación en particular.

      Nosotros podremos discernir el corazón de los demás de acuerdo a la verdad por medio de la inspiración del Espíritu Santo. Podremos leer la verdad porque no juzgaremos con maldad.


      Pero si no estamos dentro de lo espiritual, muchas veces no podremos discernir claramente la voluntad de Dios.

      Aquello que parece correcto ante los ojos de los hombres, quizás no sea lo correcto ante los ojos de Dios. O, cuando no entendamos algún asunto en particular, Dios quizás diga que es correcto.

      Por lo tanto, para entender la voluntad de Dios sin vacilación, primeramente debemos desechar el pecado y la maldad. Debemos pensar en lo bueno de todas las cosas y discernir la verdad en el obrar del Espíritu Santo.

      No debemos forzar a otros a hacer lo que pensamos que es justo o de beneficio para nosotros. Además, aún en las cosas que hemos visto y escuchado de manera personal, debemos discernir la verdad considerando la medida de fe de los demás y su situación.

      Especialmente para aquellos que se comunican con Dios profundamente y muestran las obras del Espíritu Santo, debemos ser muy cuidadosos al pensar y hablar acerca de los demás.

      Esto es porque las cosas que pertenecen a la espiritual son en muchas ocasiones muy difíciles de entender para el hombre en la carne.

      Yo anhelo que ustedes puedan desechar el pecado y la maldad que reposan en lo profundo del corazón.

      Y ruego en el nombre del Señor que al hacer eso ustedes obtengan sabiduría para mirar todo con discernimiento y con claridad igual a la del cristal, con los ojos de un hermoso corazón.

      [Amén]


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