[1 Corintios 2:6-9]
07-11-2007 | Rev. Jaerock Lee
EL MENSAJE DE LA CRUZ 7
¿Por qué es Jesús nuestro único Salvador? (2da. Parte)
La Escritura:
1 Corintios 2:6-9 “Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez\; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. (7) Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, (8) la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. (9) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.”
Queridos Amigos y Hermanos en Cristo:
Esta es la séptima prédica del Mensaje de la Cruz: y continuando con la última enseñanza, les compartiré por qué Jesús es nuestro Salvador. El contenido de este mensaje es muy importante y es el fundamento para muestra salvación y para vivir una vida cristiana en poder y victoria.
Por ejemplo, supongamos que hay una naranja. Si sólo se limitan a pensar, “Debe ser deliciosa” solamente porque otros lo dicen, no les será de ningún provecho. Sólo cuando la pelan y la comen, podrán sentir su verdadero gusto y podrán aprovechar sus nutrientes.
Sucede lo mismo con la fe. Ustedes no podrán ser salvos tan sólo aceptando en su mente que han recibido la salvación al creer en el Señor Jesús. No podrán llevar una vida cristiana victoriosa únicamente diciendo, “Yo creo” sólo porque otros les han dicho que así lo hagan.
Deben saber claramente la razón por la cuál Jesús es nuestro Salvador y por qué son salvos cuando creen en Él.
Entonces, lograrán tener la fe espiritual para que el enemigo no los pueda tentar, y cuando prediquen sus palabras tendrán autoridad.
Es mi deseo que hoy no sólo puedan entender claramente por qué Jesús es nuestro Salvador, sino también que lo puedan recordar en su mente, para que así puedan responder sin ninguna duda a cualquiera que les pregunte\; ¿Cómo y por qué es Jesús el único Salvador?
Oro en el nombre del Señor para que la vida de Jesús esté en ustedes y para que puedan transmitir esa vida a muchísimas personas.
Amados Hermanos y Hermanas en Cristo:
Para que el hombre pecador pueda recibir la salvación, debe haber un Salvador que pueda redimirlos de sus pecados. Y para ser el Salvador, éste debe reunir ciertas condiciones.
Les dije que la primera condición del Salvador es que debía ser un hombre. De acuerdo a la ley de la redención de la tierra, sólo un pariente de Adán\; es decir un hombre, está calificado para redimir a la humanidad de sus pecados. Por eso, todos ustedes cumplen también con esta condición. Conforme a esta ley de la redención de la tierra, repito, sólo un ser humano, pariente de Adán, está calificado para redimir a la humanidad de sus pecados.
La historia testifica que Jesús nació de una mujer, y que cumple con esta primera condición.
Pero veamos la segunda condición.
Les manifesté que el Salvador no debía ser descendiente de Adán. Debido a que todos los descendientes de Adán son pecadores, no pueden redimir de su pecado a otros pecadores. Hasta este punto les explique en la última prédica.
Queridos Hermanos y Amigos:
Entonces\; ¿Por qué todos los descendientes de Adán son pecadores? Porque desde que nacen, todos los descendientes de Adán heredan el pecado de Adán.
Permítanme explicar un poco más esto. Cuando Dios creó al hombre, les dio a Adán y a Eva la semilla de vida. En resumen, Dios permitió que una nueva vida se concibiera mediante la unión del espermatozoide del hombre y el óvulo de la mujer.
La energía de vida de los padres está contenida en el espermatozoide y el óvulo. Ambos incluyen las características, personalidad, disposición y apariencia de los padres.
Por eso, el niño que nace por está unión se parece a sus padres en su rostro, forma del cuerpo, personalidad, e incluso hábitos. Si los padres son altos, sus hijos también lo serán. Si los padres tienen mal genio, lo más probable es que los hijos también tengan ese temperamento irritable. Si los padres son tranquilos y obedientes, normalmente sus hijos también serán apacibles y sumisos.
En algunos casos, el padre fallece siendo su hijo muy joven. Pero conforme el niño crece, va mostrando la forma de caminar, las costumbres al dormir, y los gustos del padre fallecido.
Los niños se asemejan no sólo a sus padres, sino también a sus abuelos. Asimismo, las características de los ancestros se transmiten a sus descendientes y se manifiestan en las sucesivas generaciones. Las características, hábitos y personalidades son transmitidos a los descendientes a través del espermatozoide y del óvulo de los padres.
Por cierto, teniendo incluso los mismos padres, los niños heredan ciertas características más que otras. Hay ligeras diferencias, pero en principio, todos ellos reciben la energía de vida de sus padres. Y en esta energía está inmersa la naturaleza pecaminosa.
Desde la caída del primer hombre Adán, la naturaleza pecaminosa de los ancestros se transmite a sus descendientes. Este es el pecado original.
En consecuencia, todos los descendientes de Adán son pecadores quienes han heredado la naturaleza pecaminosa de Adán desde su mismo nacimiento.
Romanos 5:12 dice, “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, (Este hombre es Adán) y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (Esto es, porque la paga del pecado es muerte).
Este versículo nos explica que por el pecado de una persona, es decir de Adán, la muerte pasó a todos los hombres.
Si digo que los hombres nacen pecadores, algunos tal vez podrían pensar, “Los bebes recién nacidos son tan inocentes y puros. ¿Qué pecado podrían tener?” Pero si los observan cuidadosamente, aun los bebes pequeñitos tienen alguna maldad en su interior.
Aun antes del año de edad, podemos encontrar maldad en ellos. Por ejemplo, incluso en los bebes recién nacidos, si los padres son de temperamento colérico, sus bebes se enojarán con gran facilidad. Si no se les alimenta rápidamente cuando tienen hambre, lloran de tal manera que aun sus rostros se ponen rojos de cólera.
Se podrían casi ahogar con sus lágrimas. En este caso, aun cuando la madre les de el pecho para alimentarlos, ellos ni siquiera intentan lactar, tan solo lloran nerviosamente.
Sólo mueven su cabeza diciendo “No”. Rechazan el pecho de su madre. Tratan de decir, “¿Por qué te has demorado tanto para alimentarme? Estoy tan enojado que ni siquiera quiero tomar leche ahora.” ¿Quién les enseño a enojarse y a ponerse nerviosos a estos bebes recién nacidos que no pueden ni siquiera comunicarse?
No es que alguien les haya enseñado esto, ni que se haya sembrado la maldad en ellos, sino que nacieron con la naturaleza pecaminosa de sus padres. Permítanme darles otro ejemplo. ¿Qué sucedería si una madre abraza y muestra amor hacia otro bebe en frente de su propio hijo?
A la mayoría de los bebes no les agradaría, y tratarían de separar al otro bebe de su mamá.
Pensarían, “¿Por qué mi mamá está abrazando a otro bebe?” En el campo, se suele alimentar a otro bebe tan sólo por diversión. En estos casos, los bebes no pueden soportarlo. Se acercan y tratan de empujar al otro bebe para que su mamá no le de más de lactar.
Sus sentimientos son heridos y en su mente se preguntan, “¿Por qué hay otro bebe en el pecho de mi mamá y tomando su leche?”
Si el bebe no puede separar al otro niño de su mamá, se enojará con ella y en algunos casos podría llegar hasta golpearla. Y si esto no funciona, romperá en llanto.
Si el bebe no tuviera pecado sino tan sólo tuviera bondad en su corazón, no reaccionaría de esta manera.
Lo bueno y lo leal es compartir las cosas buenas con otros, de este modo si otro bebe comparte la leche de su mamá, debería sentirse feliz en vez de disgustarse por ello. La razón por la cual esto le disgusta es porque tiene envidia y celos, y la codicia que le dice que sólo él debe tomar la leche de su mamá.
Entonces, ¿Quién colocó estos pecados como celos, envidia, codicia, e ira en el niño?
No fueron colocados por nadie sino que el bebe nació con esta naturaleza pecaminosa que heredó de Adán. Por eso, David dice en el Salmo 51:5, “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.”
De la misma forma, todos los hombres son descendientes de Adán y nacen con el pecado original, por lo cual ningún ser humano puede llegar a ser el Salvador.
Sólo uno, Jesús, es hombre y no es descendiente de Adán.
La pregunta es, ¿Cómo es que Jesús no desciende de Adán? Jesús en su genealogía humana, es descendiente de David, y Sus padres fueron José y María.
Sin embargo, en la última parte de Mateo 1:20 dice, “Porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.” Esto es, Jesús no fue concebido por la unión de un espermatozoide y un óvulo sino por el Espíritu Santo. Y Mateo 1:23 profetiza, “he aquí una virgen concebirá (Si una mujer desposada hubiera concebido del Espíritu Santo, la gente hubiera pensado que no era obra del Espíritu Santo sino producto de la unión natural entre un hombre y una mujer), y dará a luz un hijo. Y llamarás su nombre Emmanuel.”
La razón por la cual el hombre nace con el pecado original es que hereda la naturaleza pecaminosa de sus padres a través del espermatozoide y del óvulo.
Pero Jesús no fue concebido por el espermatozoide de José y el óvulo de María, sino solamente por el poder del Espíritu Santo.
El todopoderoso Dios pudo concebir a Jesús con el poder del Espíritu Santo, sin la unión del espermatozoide y el óvulo. Ambos, José y María eran descendientes de Adán. Sin embargo, Jesús sólo tomó prestado el cuerpo de María. Fue concebido por el Espíritu Santo, por lo que no recibió ninguna energía de vida de pecadores.
En consecuencia, Jesús no es descendiente de Adán y no tiene pecado original. Entre los seres humanos en la tierra, el único que ha sido concebido por el Espíritu Santo es Jesús.
Incluso los grandes hombres en este mundo descienden de Adán y son pecadores, por lo que nunca podrían llegar a ser el Salvador. Por eso, solamente Jesús puede ser el Salvador de la humanidad.
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo:
En este punto, hay una cosa más que deben saber. A pesar que la Virgen María tuvo a Jesús, nunca podrá llegar a ser la madre de Jesús. Supongamos que ponemos un óvulo fertilizado en una maquina y lo incubamos por 10 meses. ¿Acaso el bebe podrá llamar mamá a la maquina incubadora? ¡Claro que no!
Por cierto, María era una extraordinaria mujer, tan buena y amorosa que fue escogida por Dios para llevar a Jesús. Pero aun así, María es tan sólo una criatura, y nunca podía llegar a ser la madre de Jesús.
Por eso, en la Biblia, no hay ni una sola ocasión en la cual Jesús llama “Madre” a María. En algunas ocasiones, Sus discípulos escribieron “la madre de Jesús” pero eso era desde su punto de vista.
Por ejemplo, en Juan 19:26 dice, “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo.” Aquí, la frase “Su madre” fue escrita por Juan, y Jesús llamó a María, “Mujer”.
En Juan 2:4, en las bodas de Caná, “Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha llegado mi hora.”
Pero algunos llaman a María “La santa madre” e incluso se postran ante ella y le oran sólo porque dio a luz a Jesús. Pero Jesús es el Hijo de Dios, y el objeto de nuestra adoración y de nuestras oraciones debe ser únicamente la Trinidad de Dios.
Si María fuese la santa madre de Jesús, entonces, ¿Quién es Dios a quien Jesús llama “Padre”? ¿Cómo se atreven a decir esto? Entonces, en este caso, ¿Quién sería Dios? Pero Dios dice, “YO SOY EL QUE SOY” El no nació de nadie. Él existe por Sí Mismo. Dios ha existido desde antes de la eternidad y existirá a lo largo de la eternidad. Él es el alfa y la omega\; el principio y el fin. Nuestro Señor tiene su origen en el Mismo Dios. Si nuestro Señor tuviese una madre\; entonces, ¿Quién sería Dios Padre? Esto no tiene ningún sentido.
Amados Hermanos:
La tercera condición para el Salvador es que debe tener el suficiente poder para derrotar al enemigo, el diablo y a Satanás. Si desea rescatar a los prisioneros de guerra en una batalla, debe tener la fuerza suficiente para quitárselos al enemigo.
Espiritualmente, para salvar a aquellos que pertenecen al diablo, debemos tener la fortaleza para vencerlo y rescatar esas almas. Pero aún los hombres más fuertes físicamente no pueden derrotar al diablo.
Aquí, el poder para vencer al enemigo no es el poder físico sino el poder espiritual.
El poder en el reino espiritual viene por no tener pecado. Exactamente como la oscuridad se disipa cuando llega la luz, los que viven completamente en la luz, sin nada de tinieblas en sus vidas, tienen el poder para vencer a los espíritus malignos que vienen de la oscuridad.
Hay dos clases de pecados: Pecado original y pecado personal. El pecado original, como ya lo explique, se refiere a la naturaleza pecaminosa que proviene de Adán. Es la naturaleza pecaminosa primitiva heredada de los padres. El pecado propio o personal es el pecado que uno mismo comete durante su vida. Las personas incurren en muchas clases de pecados, grandes y pequeños, en sus vidas.
No sólo aquellos que cometen pecados graves son pecadores, sino también los que incurren en pecados de negligencia. Santiago 2:10 dice, “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.”
Si infringe sólo una de las muchas leyes, ya es un pecador. Más aun, la gente del mundo no considera pecado al pecado a menos que se manifieste en una acción. Pero espiritualmente, tan sólo teniendo el deseo de pecar en el corazón, al margen que se concrete o no en una acción, esa persona ya es pecadora.
1 Juan 3:15 dice, “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida (Querido Hermano: ¿Por qué es un homicida? ¡Oh, Pastor! ¿Cuándo he asesinado a alguien? Hermano: Por favor, entienda esto claramente), y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.”
Si odia a su hermano, no tiene vida eterna en usted. Significa que no es salvo. Odiar a su hermano es como matarlo espiritualmente. Por eso, el homicida no tiene vida eterna en él\; esto es, no recibirá la salvación.
Si tan sólo odia a su hermano en su corazón, usted es un pecador tan pecador como aquel que asesina a su hermano en un arranque de ira. Es la Palabra de nuestro Dios y del Señor que amemos incluso a nuestros enemigos.
Igualmente, en Mateo 5:28 dice, “Pero yo os digo que cualquiera que mire a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” Por eso, si tan sólo tiene codicia en su corazón, ya es un pecador al igual que un ladrón, porque tiene ese deseo malvado en usted. Asimismo, alguien que ha cometido un pecado incluso sólo una vez, sea en su corazón o de obra, no tiene el poder para redimir a la humanidad de sus pecados.
Todo aquel que es nacido de Adán es un pecador que tiene pecado original y todos cometen pecado personal. No hay nadie quien pueda valientemente decir, “Nunca he pecado ni de pensamiento ni de obra.”
En consecuencia, nadie está calificado para ser el Salvador. Solamente Jesús no tiene ni pecado original ni pecado personal, por lo que cumple con esta condición para ser el Salvador.
Jesús no es descendiente de Adán, por lo tanto no tiene pecado original. Tampoco cometió ningún pecado propio porque guardó completamente toda la ley de Dios desde Su nacimiento hasta su crucifixión.
Empezando desde cuando fue circuncidado al octavo día, nunca hizo algo que no fuera verdad en su corazón y en su obrar. Por eso, Hebreos 7:26 refiriéndose a Jesús dice “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos.”
También en 1 Pedro 2:22 dice, “El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca.” Sólo Jesús es santo y no tiene maldad, y es el único que no pecó.
Y debido a que Jesús no tuvo ningún pecado, tenía el poder para salvar a la humanidad del diablo y de Satanás, y no estaba sujeto a la maldición de la ley que establece que, “La paga del pecado es muerte.”
Es por eso que, a pesar que murió en la cruz, pudo romper la autoridad de la muerte y resucitar.
Amados Hermanos y Hermanas en Cristo:
Debido a que Jesús no tuvo pecado, pudo romper la autoridad de la muerte, salvar a los pecadores, y reinar sobre todo con Su autoridad espiritual. No sólo el diablo y Satanás sino también las enfermedades, gérmenes, microbios y dolencias están sometidos a Él.
Cuando aquellos que estaban sufriendo de espíritus malignos venían a Jesús, Él les ordenaba salir. Entonces, el espíritu inmundo tenía que salir en obediencia a Su palabra.
En el momento en que Jesús ordenaba, aun las enfermedades y gérmenes salían. Los ciegos, sordos, mudos, y los cojos recuperaban la salud por el mandato de Jesús. Además, todas las cosas en el cielo y la tierra obedecían ante la autoridad de Jesús, quien no tenía pecado.
Cuando Jesús reprendía al viento y ordenaba al mar que se calmara y se aquietara, el viento se detuvo y el mar se calmó.
Esta ley en el reino espiritual se aplica no solamente a Jesús sino también a todos los hijos de Dios quienes creen en Jesús.
1 Juan 5:18 dice, “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no práctica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.”
Es decir, los hijos que nacen de Dios están protegidos por Aquel que es nacido de Dios, es decir el Señor, por lo que el diablo y Satanás no pueden dañarlos.
Pero debe tener el poder espiritual de no tener pecado para que los espíritus malignos no se atrevan a dañarlo. No importa hace cuánto tiempo crea en Dios y viva una vida cristiana ni los muchos títulos que tenga en la iglesia, usted no tendrá poder espiritual si aun vive en pecado.
Incluso si ora en el nombre de Jesucristo para echar fuera a los demonios, las aflicciones y las pruebas no lo dejarán. Exactamente como los insectos se juntan alrededor de un estanque de agua sucia, el diablo continuará obrando y haciendo la vida difícil a estas personas.
Sin embargo, aun un niño pequeño, si ama a Dios y vive conforme a Su Palabra, también tendrá poder espiritual. Si ese niño ordena en el nombre de Jesucristo, el diablo obedecerá y saldrá fuera.
Si realmente vive en la verdad y logra tener un corazón santo acompañado de obras, las tinieblas saldrán de su vida, e incluso cuando ore por otros, las obras de Dios se manifestarán.
Yo mismo he experimentado esta clase de cosas innumerables veces.
Antes de creer en Dios, no solamente yo, sino también mis hijas constantemente padecían de enfermedades, por lo que teníamos que gastar mucho dinero en pagar la cuenta de los hospitales y en medicinas.
Pero desde que acepté al Señor, hasta hoy, siempre he guardado la Palabra de Dios y he vivido una vida sin pecado, por lo que las enfermedades y dolencias me han dejado no sólo a mí sin también a los miembros de mi familia.
Desde que recibimos a Dios, ningún miembro de mi familia ha ido a un hospital o ha tomado alguna medicina. Jamás me han colocado una inyección ni nada parecido. Y es lo mismo con mis hijas. Desde que nacieron de nuevo, nunca se les ha puesto una inyección, ni han tomado alguna medicina, ni han ido al hospital.
Aun antes que fuera ministro, yo oraba por mis hijas cuando se enfermaban, entonces la enfermedad salía de ellas inmediatamente y quedaban completamente sanas. También, en el caso de los que son poseídos por demonios, ellos reconocen con más precisión que la gente normal a las personas que tienen poder espiritual.
Cuando los poseídos por demonios hacen bulla o ruido, apenas me acerco a ellos tiemblan de temor y se calman. Una vez me enteré que en el mismo momento en que salí de mi casa para dirigirme a otro lugar de la ciudad a ver a una persona que tenía un demonio, el demonio se calmó y tuvo temor.
Cuando una persona sin pecado ora en el nombre de Jesucristo, no sólo las enfermedades, los microbios y los espíritus malvados obedecen, sino también los objetos inanimados.
Exactamente como el Señor calmó el viento y el mar, orando en el nombre del Señor, podemos detener la lluvia o cambiar el clima, o cuando oramos por aquellos que están intoxicados por monóxido de carbono, este gas inanimado obedece la orden y sale del cuerpo de la persona.
Cuando oro por aquellos que tienen quemaduras, primero oro para que la sensación de quemadura salga de ellos, y en ese momento, el calor obedece a la oración y deja el cuerpo, por lo que ya no sienten más dolor.
La mayoría de nuestros miembros son testigos que han visto, oído, y experimentado estos hechos. Tan solo viendo estas obras, podemos darnos cuenta del poder espiritual y la autoridad que viene de no tener pecado.
Amados Hermanos y Hermanas en Cristo:
He explicado la segunda y la tercera condición para llegar a ser el Salvador. El Salvador no debe ser descendiente de Adán, y debe tener poder para vencer al enemigo el diablo y a Satanás.
La última y cuarta condición es que debe tener el amor suficiente para sacrificar su propia vida.
Queridos Hermanos:
Desde el principio de la historia de la humanidad, no ha habido nadie quien esté calificado para ser el Salvador.
Todos los hombres son pecadores quienes han heredado la naturaleza pecaminosa de Adán a través del espermatozoide y el óvulo de sus padres.
Aun hombres notables como Buda, Confucio, o Sócrates han tenido pecado original como descendientes de Adán, y no han vivido una vida santa ante Dios.
Una vez escuche una historia de una persona de la que se decía era muy refinada e instruida y que, de hecho, se había ganado el respeto de otros. Esta persona luego de usar el mondadientes lo guardaba para volver a usarlo más tarde. Es decir, usaba ese pequeño mondadientes una y otra vez. Pero su asistente lo botaba. Y el hombre se enojaba mucho con él. Esto daba a entender que era muy ahorrativo.
Sin embargo, ¿Cómo podríamos decir que era un hombre justo, si ni siquiera podía controlar su enojo y podía llegar incluso a avergonzar a una persona que lo estaba sirviendo sólo por un mondadientes?
De igual forma, una persona que era muy respetada mundialmente, padeció por mucho tiempo de numerosas enfermedades. Finalmente, debido a estas dolencias, le llegó el momento de enfrentar la muerte. De la misma manera, están aquellos que son inmensamente reconocidos en este mundo pero que no pueden resolver sus propios problemas de pecado, y debido a que no tienen ese poder espiritual, no pueden echar fuera la oscuridad en sus vidas.
Espero que ahora puedan comprender claramente que sólo Jesús no tuvo ni pecado original ni pecado personal, y solamente Él está calificado para salvarnos.
Por eso, como esta escrito en 1 Pedro 1:16, “Sed santos como yo soy santo”, oro en el nombre del Señor para que puedan vivir una vida santa y de esa forma el maligno no los toque y que puedan vivir en paz y en bendición.
Amen