• Las Maneras de Oración y las Llaves a las Respuestas

    09-03-2009 | Rev. Jaerock Lee

    • Capítulo 18
      Las Maneras de Oración y las Llaves a las Respuestas


      1. ¿Cómo debemos orar? - El Ejemplo de Oración de Jesús
      Jesús vino a este mundo como el Hijo de Dios y sólo obedeció la voluntad de Él con sus hechos. Por tanto, si nosotros seguimos el ejemplo de las oraciones de Jesús, podremos orar de la manera que a Dios le agrada. Examinemos entonces las actitudes apropiadas para la oración considerando la oración de Jesús en el Monte de Getsemaní, justo antes de ser crucificado.

      A. Hacer de la Oración un Hábito
      Dios nos indica que oremos continuamente, diciendo: “Pedid, y se os dará” (Mateo 7:7). Así que, Jesús, aun siendo el Hijo de Dios, fue al Monte de los Olivos como era su costumbre (Lucas 22:39). Daniel oró tres veces al día mirando hacia Jerusalén, aunque eso estaba en contra del mandato del rey (Daniel 6:10). Pedro y Juan, los discípulos de Jesús, separadamente tomaron un tiempo para orar (Hechos 3:1). Nosotros también debemos tomar una hora de oración y debemos formar el hábito de orar todos los días, siguiendo el ejemplo de los Patriarcas de la fe. Sobre todo la oración del alba que ofrecemos a Dios antes de empezar el día, o la oración de toda la noche que ofrecemos a Dios después de que terminamos el día de trabajo, esto es de agrado para Dios. En estas oraciones, Él nos da fortaleza y nos responde.

      B. Hacerlo de Rodillas
      Orar es pedir algo a Dios el Creador. Así que, es obvio que debemos arrodillarnos con reverencia así como lo haríamos al pedir algo a un hombre muy noble. De esta manera, nosotros podemos entregar nuestro corazón por completo para poder recibir la respuesta más rápidamente.

      Elías, quien recibió la respuesta del fuego del cielo, se arrodilló y oró (1 Reyes 18:42). Esteban se arrodilló y oró incluso cuando estaba convirtiéndose en un mártir al ser apedreado (Hechos 7:60). Igualmente Jesús, quien vino al mundo como el Hijo de Dios, se arrodillaba cuando oraba al Dios omnipotente. Asimismo Salomón, quien era el rey (1 Reyes 8:54), y el Apóstol Pablo, se arrodillaban para orar (Hechos 20:36).
      Por lo tanto, cuando nosotros nos arrodillamos para orar podemos ver que se trata de una expresión de reverencia a Dios y de confianza en su poder. Por eso debemos vestirnos con pulcritud y arrodillarnos para orar humildemente, para que así podamos recibir respuestas a cualquier cosa que pidamos.

      C. Orar de Acuerdo a la Voluntad de Dios
      Jesús oró en el Getsemaní diciendo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42). En ese instante apareció un ángel del cielo y lo fortaleció. Jesús supo entonces que era la voluntad de Dios que Él muriera en la cruz, sin pecado alguno, para conducir a toda la humanidad al camino de la salvación a través de su persona. Así que Él no buscó su voluntad, sino que pidió que se hiciera la voluntad de Dios.

      Asimismo, Dios dice: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” (1 Corintios 10:31). Por lo tanto, si nosotros no pedimos algo para la gloria de Dios, debemos comprender que estamos pidiendo con nuestro propio deseo. Santiago 4:2-3 dice: “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” Así que nosotros siempre debemos examinarnos y debemos orar para gloria de Dios.

      D. Orar con Fervor y con Todas Nuestras Fuerzas
      Lucas 22:44 dice: “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” Esto nos indica con cuánto fervor y pasión oró Jesús. En el Getsemaní, por la noche hace frío, de modo que uno no puede sudar. Aun así, Jesús sudó, y ese sudor se volvió como grandes gotas de sangre al caer a la tierra. Eso significa que Él oró con todo su corazón, mente, y alma, clamando a Dios con todas sus fuerzas.

      Nosotros podemos comer con esfuerzo en esta tierra todos los días de nuestra vida (Génesis 3:17); pues no podremos ganar nada sin esfuerzo. Tal como un granjero puede cosechar la mies con su esfuerzo, para que nosotros recibamos la respuesta a nuestra oración, también debemos esforzarnos y orar con sinceridad.

      Hasta ahora, hemos examinado la actitud de Jesús al orar, ¡Él nos dejó un buen ejemplo! Si Él, teniendo toda la autoridad como el Hijo de Dios, oraba de esta manera, ¿con qué tipo de actitud tenemos que orar nosotros? La apariencia exterior de las oraciones también es importante, pero lo más importante es lo profundo de nuestro corazón. Comprendiendo este hecho, debemos orar de tal manera que Dios esté complacido y deseoso de darnos a cambio las bendiciones.


      2. La Llave para Recibir la Respuesta

      A. Clamar con Todo Nuestro Corazón
      A través de la actitud de Jesús al orar, aprendemos que no debemos tener ningún pensamiento ocioso, sino que debemos concentrar nuestro corazón para mirar sólo a Dios y orar fervientemente.

      Jacob recibió las bendiciones de Dios cuando él oró hasta que el encaje de su cadera se descoyuntó (Génesis 32:24-30). Elías oró poniendo su rostro entre sus rodillas hasta que lloviera después de tres años y medio de sequia (1 Reyes 18:42). Igualmente, sólo cuando nosotros oramos con un corazón veraz y ferviente, podemos conmover el corazón de Dios y recibir la respuesta para darle Gloria. Es por eso que Dios dice: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3), y: “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” (Jeremías 29:12-13).

      Clamar a Dios es levantar nuestra voz hacia Él con toda la sinceridad de nuestro corazón. A través de este tipo de oración, nosotros nos llenaremos del Espíritu Santo y venceremos a este mundo. El Diablo enemigo y Satanás huirán, y nosotros recibiremos la respuesta. Además, podremos experimentar cosas espirituales.

      B. Con Fe y Propósito Específico
      Si nosotros tenemos un propósito claro al hacer algo, eso es muy útil en el cumplimiento del trabajo, y podremos hacerlo bien. Pero si el propósito no está claro, no tendremos una fuerza motora poderosa sino una percepción dudosa del trabajo. Probablemente nos desanimemos por un problema pequeño. Por lo tanto, cuando oramos, debemos hacerlo con un propósito claro.

      Asimismo, Hebreos 11:6 dice: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Si nosotros creemos de verdad que Dios está vivo y que nos recompensa, creeremos naturalmente que Él contestará nuestras oraciones. Por eso Dios nos dice: “Ve, y como creíste, te sea hecho” (Mateo 8:13).

      Entonces, nosotros debemos orar sin tener duda alguna. Marcos 11:24 dice: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.” Santiago 1:6-7 dice: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.”

      C. Con Amor
      El Salmo 66:18 dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado.” La iniquidad es algo que se va en contra de la ley puesta por Dios, violando así su voluntad. Por ejemplo, Jesús dijo en Mateo 5:28: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” La mente y el deseo de cometer adulterio son pecados. Si nosotros tomamos una determinación de cometer un pecado, aquello se convierte en iniquidad, y al ponerlo en acción, se convierte en transgresión, y nosotros nos convertimos en hombres injustos.

      Cuando se demuestra la iniquidad como acción que se convierte en transgresión, llegamos a ser hombres injustos. Cuando esto sucede, Dios nos reprende con su amor para que nosotros podamos apartarnos del camino de la muerte, que es la paga del pecado. Asimismo, debido a que el diablo enemigo sabe que no podemos ser protegidos por Dios debido a nuestro pecado, él trae pruebas y juicio a nuestras familias, lugares de trabajo, o negocios.

      Pero el Dios de amor, a pesar de que hemos cometido alguna iniquidad o injusticia, tendrá compasión de nosotros, nos perdonará, y contestará nuestras oraciones, solo si rompemos la pared del pecado arrepintiéndonos y apartándonos con nuestros hechos. Jesús dijo además: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” (Mateo 18:35). La voluntad de Dios es que amemos incluso a nuestros enemigos; por lo tanto, aborrecer a nuestro hermano representa desobediencia a la Palabra de Dios e iniquidad.

      De este modo, debemos orar con amor por todos; no debemos amar a Dios y a nuestros hermanos solo de palabra sino también con un corazón veraz, desechando nuestras iniquidades, amando y entendiendo a nuestros hermanos.


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