• Diezmos y Ofrendas

    12-03-2009 | Rev. Jaerock Lee

    • Capítulo 21
      Diezmos y Ofrendas


      1. Significado y Origen de los Diezmos

      A. ¿Qué Significa Diezmar?
      Diezmar significa separar y dar a Dios la décima parte de todo nuestro ingreso. Por supuesto, todas las cosechas e ingresos que nosotros obtenemos le pertenecen a Dios. Por ejemplo, incluso cuando un granjero cosecha abundantemente lo que sembró con esfuerzo, él no puede decir que la cosecha es suya, porque fue Dios quien proporcionó la lluvia, el viento, y el resplandor del sol; y fue Dios quien creó las semillas e hizo que crezcan. Asimismo, nuestra fuerza, con la que podemos trabajar, y nuestra vida misma, provienen de Dios el Creador. En este sentido, a Dios le pertenecen todas las cosas, después de todo, y debido a esa verdad, damos a Dios la décima parte de todo nuestro ingreso para reconocer este hecho.

      B. El Origen del Diezmo
      ¿Cuando se originó el diezmo? En Génesis podemos ver a Abraham y Jacob dando los diezmos, pero era algo realizado oficialmente como una ley después del Éxodo del pueblo de Israel. Jacob, el patriarca de Israel, tuvo doce hijos. Dios formó las doce tribus de Israel a través de ellos. Él escogió a los Levitas, la tribu del tercer hijo, y los separó para Él. Dios hizo de Aarón, el hermano mayor de Moisés, y de sus descendientes, los sacerdotes de Dios de generación en generación. Otros Levitas cuidaban o trabajaban en el Templo. Ellos se dieron totalmente para trabajar sirviendo a Dios, y Él les permitió tomar los diezmos y ofrendas del pueblo de Israel (Deuteronomio 18:1-2).

      Incluso en la actualidad, Dios es la herencia de aquellos que trabajan en la iglesia. Por consiguiente, los ministros o los Levitas que trabajan en la iglesia no pueden tener otro trabajo y ganar dinero en el mundo. La iglesia debe tomar la responsabilidad de apoyarlos para que ellos puedan darse completamente a la obra de Dios. No deben usarse las ofrendas de los miembros para propósitos personales sino para llevar a cabo el Reino de Dios, esto incluye los sueldos de los ministros y Levitas. Adicionalmente, las ofrendas deben invertirse en la salvación de las almas, así como para los eventos de la iglesia, el mantenimiento de los edificios de la iglesia, las obras de caridad, y las misiones evangelizadoras.


      2. Debemos Guardar la Ley de Dios para Evitar Desastres y Maldición
      El pasaje de hoy, escrito en Malaquías 3:7 dice: “Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos? Por consiguiente, debemos entender que Dios tenía que dejar al pueblo de Israel porque ellos habían dejado sus mandamientos.

      Algunos dicen que Él nunca desampara a sus hijos porque Él es fiel, pero esto no significa que Él salvará a esos hijos que ni siquiera guardan el Día del Señor sino que regresan al mundo. Dios nunca desampara a sus hijos, principalmente a los que están a su lado, pero cuando las personas se olvidan de Dios y quebrantan sus mandamientos, no tendrán conexión con Él hasta que se arrepientan y regresen a Él. Dios seguirá dándoles oportunidades para que se arrepientan y mantendrá el camino a la salvación abierto para ellos, pero si no cambian, no serán salvos.

      Malaquías 3:8-9 también dice: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.” No dar los diezmos y las ofrendas apropiadas es robar a Dios, y en ese caso su maldición se desatará. Cuando este verso fue escrito, la nación entera de Israel fue invadida y destruida por los Gentiles, el Templo también fue destruido, y el pueblo fue llevado cautivo. Después de eso, algunas personas regresaron y reconstruyeron el Templo y el muro de la ciudad; no obstante, las personas todavía estaban sintiéndose inseguras y estaban experimentando un tiempo difícil. Era debido a la maldición que cayó sobre toda la nación de Israel ya que ellos no sirvieron a Dios apropiadamente sino que le robaron. Las maldiciones no recaerán sobre aquellos que guardan los mandamientos de Dios, porque Dios los protegerá. Pero si no vivimos según la Palabra, sino que cometemos pecados, seremos acusados por el Diablo enemigo y Satanás, y por eso enfrentaremos desastres y maldiciones.


      3. El Día del Señor y los Diezmos: Lo Esencial para las Bendiciones Espirituales y Materiales
      ¿De qué tipo de maldiciones somos protegidos cuando guardamos los mandamientos de Dios?
      Primeramente, las maldiciones por lo general se dividen en maldición espiritual y maldición material. Todas las maldiciones se originaron por el pecado cometido por Adán. Dios creó a Adán, le permitió vivir en el Huerto del Edén con toda abundancia y bendiciones, y le dio autoridad para gobernar sobre todo. Adán podía disfrutar de todo con su libre albedrío, pero Dios prohibió sólo una cosa: comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Éste es el símbolo para reconocer, en calidad de criatura, la autoridad de Dios, quien creó a Adán. Pero Adán fue tentado por la serpiente, que a su vez fue instigada por Satanás, y comió del árbol del conocimiento del bien y del mal. Este hecho ocurrió para ignorar la autoridad de Dios. Finalmente, según está escrito en Génesis 2:17: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás,” el espíritu de Adán y Eva murió. Esto constituye una maldición espiritual.

      El espíritu es el amo de los hombres. Debido a que los hombres que estaban viviendo en el espíritu murieron, llegaron a ser hombres de alma y carne; su comunicación con Dios fue desconectada, y fueron destinados a caer al infierno después de su muerte. Pero si aquellos cuyos espíritus se encuentran muertos de esta manera aceptan a Jesucristo, ellos recibirán el Espíritu Santo como un regalo y su espíritu muerto revivirá. Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” Como está escrito, cuando nosotros recibimos el Espíritu Santo y seguimos sus deseos, nuestro espíritu crecerá y eventualmente recuperará la imagen de Dios que tenía Adán cuando fue creado.

      Lo más importante acerca del nacimiento del espíritu con el Espíritu Santo es el acto de guardar el Día del Señor apropiadamente. No debemos disfrutar de ningún placer mundano sino que debemos dar el día entero al Señor, adorándolo en espíritu y en verdad, con la llenura del Espíritu Santo, y teniendo comunión con los hermanos en la fe.

      Así como Adán desobedeció la autoridad de Dios comiendo del árbol del conocimiento del bien y del mal, cuando nosotros infringimos el Día del Señor que Dios nos ordenó guardar apropiadamente, estamos transgrediendo la autoridad de Dios y no nos libraremos de la maldición espiritual. Cuando nosotros no estamos protegidos por Dios por cometer pecados de esta manera, no sólo la maldición espiritual, sino también la maldición material, recaerán sobre nosotros.

      Génesis 3:17 dice: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.” Antes de esto, ellos simplemente podían comer de las cosas que Dios les dio en abundancia, pero desde ese momento, sólo podrían comer trabajando duro y con el sudor de su frente. Desde entonces el dolor de la pobreza recayó sobre los hombres. Pero para aquellos que aceptan a Jesucristo, incluso este tipo de maldiciones materiales serán abolidas. 2 Corintios 8:9 dice: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” Nuestro Señor, quien es el Rey de reyes y el Señor de señores, nos libró de la maldición de la pobreza viviendo una vida pobre.

      Cuando nosotros creemos esta realidad y reconocemos la autoridad de Dios al entregar diezmos y ofrendas apropiadas, somos redimidos de las maldiciones materiales. Al reconocer que todo lo que nosotros tenemos le pertenece a Dios, podremos experimentar las bendiciones de Dios apretadas, remecidas, rebosantes dentro de Su protección. Como dice en Gálatas 3:13: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),” las maldiciones que recayeron sobre los hombres desde la caída de Adán se abolieron a través de Jesucristo, y aquellos que creen en el Señor se unirán con Él resucitado y serán liberados de todo tipo de maldiciones espirituales y materiales.

      Si nosotros creemos de verdad en esta realidad, tenemos que mostrar la evidencia de nuestra fe guardando el Día del Señor como un día santo, y dando los diezmos apropiados con gratitud y alegría desde lo más profundo de nuestro corazón. ¡Sólo entonces podremos recibir las bendiciones abundantes, y darle la gloria a Dios por siempre!


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