• Nueve Frutos del Espíritu Santo (1)

    [Gálatas 5:22-23]

    16-08-2009 | Rev. Jaerock Lee

    • Pasaje Bíblico

      [Gálatas 5:22-23]
      "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley".

      Desde esta tarde en adelante hablaré acerca de los Nueve Frutos del Espíritu Santo en los servicios vespertinos.
      Los Nueve Frutos del Espíritu Santo además de las Bienaventuranzas descritas en el capítulo 5 de Mateo y el Amor Espiritual descrito en 1 Corintios 13 forman una lumbrera que nos ayuda a evaluar el lugar en el que estamos en nuestra fe.
      Al examinarnos a la luz de estos mensajes podremos evaluar fácilmente el nivel de profundidad al que hemos llegado en lo espiritual, y qué estatura de fe hemos alcanzado. No podemos decir que una persona tiene gran fe por el simple hecho de que haya sido un cristiano por mucho tiempo y por su extenso conocimiento de la Biblia.
      Discerniremos la estatura de la fe de una persona dependiendo de cuán transformado haya sido su corazón en un "corazón de verdad", y cuánto reflejen el corazón del Señor.
      Las Bienaventuranzas, el amor espiritual, y los Frutos del Espíritu Santo pueden llegar a ser un estándar por medio del cual podemos examinar nuestra fe y cuán cerca estamos de la Nueva Jerusalén, nuestra meta final.
      Por ejemplo, supongamos que usted está viajando desde Busán a Seúl. Si usted conoce bien el camino, podrá llegar con facilidad. Quizás no conozca todos los pueblos pequeños, pero tan sólo el hecho de conocer los nombres de las ciudades principales le será de gran ayuda.
      Podrá confirmar que se encuentra en el camino correcto al pasar por aquellas ciudades en el trayecto; además podrá verificar cuán lejos ha llegado, cuánto falta aún por viajar, y qué ciudades aún debe cruzar.
      Si usted se pierde en el trayecto podrá darse cuenta fácilmente, y lo mismo sucede cuando se está de camino al Reino Celestial.
      Tener estándares por medio de los cuales podamos examinar nuestra fe a lo largo del camino es muy beneficioso porque entonces podemos llegar a nuestro destino final, la Nueva Jerusalén.
      Existen algunas partes de la Biblia que son semejantes a señales que nos guían en nuestro camino hacia la Nueva Jerusalén; estos son, las Bienaventuranzas, el Amor Espiritual, y los Frutos del Espíritu Santo.
      Debemos cultivar estas características en nuestro corazón para avanzar hacia una mejor morada celestial; mientras más las cultivamos más cerca de la Nueva Jerusalén estaremos.
      A través de esta serie de mensajes que iniciamos hoy, anhelo que examinen cuán bien están produciendo los frutos del Espíritu Santo.

      Mensaje

      Amados hermanos y hermanas en Cristo,
      El pasaje bíblico de hoy dice: ""Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley".
      ¿Qué son los "Frutos del Espíritu Santo" y cómo podemos producirlos?
      El fruto es el producto de la plantación de una semilla, el brote, y el nacimiento de la flor.
      De manera similar, los frutos del Espíritu Santo son los frutos producidos cuando el Espíritu Santo viene a nuestro corazón y crece la semilla de vida. Dios concede el don del Espíritu Santo al corazón de aquellos que aceptan al Señor.
      Al momento de recibir al Espíritu Santo, el espíritu muerto recobra la vida. El Espíritu Santo nos convence de pecado, justicia, y juicio. Él nos ayuda a desechar el pecado y la injusticia para vivir en justicia.
      Él nos guía a seguir una vida en Cristo con fe y a tener la esperanza de ganar el Reino Celestial, y mientras obedecemos la guía del Espíritu Santo en nuestro caminar cristiano, nuestro espíritu empieza a crecer.
      De este modo, producimos los frutos del Espíritu paulatinamente, y estos son los Frutos del Espíritu Santo. No obstante, no todos quienes han recibido al Espíritu Santo producen Su fruto ya que solamente lo podemos hacer si obedecemos la dirección del Espíritu Santo.
      Desde una perspectiva humana el Espíritu Santo es como un generador que al funcionar produce electricidad. Por ejemplo, si se conecta las bombillas al generador éstas se encederán y brillarán. La oscuridad desaparecerá porque ha llegado la luz.
      De igual manera, cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, las cosas de la oscuridad que pertenecen a la carne desaparecerán. La luz llegará a nuestros corazones y produciremos los Frutos del Espíritu Santo.
      Pero debemos recordar que no es suficiente con conectar la bombilla al generador para que produzca luz, pues debemos poner el generador en funcionamiento. Dios nos ha dado un generador llamado Espíritu Santo, pero somos nosotros quienes debemos operarlo.
      Para que el generador funcione debemos estar siempre alertas y orar fervientemente; debemos obedecer su guía y practicar la verdad. Cuando seguimos la dirección del Espíritu cumplimos con la verdad, y eso significa que seguimos los deseos del Espíritu Santo.
      Cuando sigamos diligentemente los deseos del Espíritu obtendremos la llenura del Espíritu Santo. Al estar llenos del Espíritu nuestro corazón cambiará a la verdad y produciremos los Frutos del Espíritu a esa medida.
      Pero cuando intentamos seguir los deseos del Espíritu Santo hay otro deseo que intenta obstaculizarnos, y ese es el deseo de la carne, el cual intenta seguir las cosas opuestas por naturaleza a los deseos del Espíritu santo, causando que caigamos en tentación, injusticia, y desobediencia.
      Este deseo nos guía a seguir la codicia de la carne, la lujuria de los ojos, y el orgullo jactancioso de esta vida. Cuando seguimos los deseos de la carne el Espíritu Santo gime en nuestros corazones y es por eso que sufrimos de falta de tranquilidad del corazón.
      Gradualmente perdemos la llenura del Espíritu y se hace aún más difícil seguir Sus deseos. Nosotros perteneceremos a la luz solamente si seguimos los deseos del Espíritu Santo, pero perteneceremos a la oscuridad si seguimos los deseos de la carne.
      Es por eso que Gálatas 5:16-17 dice: "Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis".
      Para producir los Nueve Frutos del Espíritu Santo debemos seguir Sus deseos obedeciendo su dirección en todo tiempo, pero si seguimos los deseos de la carne, las consecuencias serán los pecados e injusticia, y las obras de la carne.
      Si nosotros realizamos las obras de la carne eventualmente nos apartaremos del camino a la Salvación. En Gálatas 5:19-21 leemos: "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios".
      Asimismo, Gálatas 6:8 dice lo siguiente: "Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna". Si seguimos la carne el producto será algo que perece, es decir el fruto de la muerte.
      Solamente cuando seguimos al Espíritu Santo podemos producir el fruto de la vida eterna, y en calidad de hijos de Dios debemos sembrar para el Espíritu Santo. Es necesario producir los frutos del Espíritu Santo cada día en nosotros siguiendo Sus deseos.
      A partir de este punto examinemos cada uno de los Frutos del Espíritu Santo por individual.
      El primer fruto es el amor
      1 Juan 4:7-8 dice: "Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios".
      No podemos decir que conocemos a Dios si no tenemos amor. Además, el amor es diferente en cada persona, y aun los no creyentes utilizan mucho la palabra "amor".
      Pero el amor de la gente del mundo es amor carnal que se acaba y cambie. Por el contrario, el amor que pertenece a Dios es amor espiritual que es verdadero e inmutable por siempre.
      Cuando Dios creó a Adán compartió con él amor que era espiritual. Pero el espíritu de Adán murió por causa de la desobediencia de la Palabra de Dios, por corromperse en la carne, y desde ese entonces el amor de las personas empezó a cambiar en amor carnal.
      Actualmente, a pesar de que muchos años han pasado, es muy difícil encontrar amor espiritual verdadero. Hay muchas personas que hacen declaraciones de su amor, pero ese amor cambia con el transcurso del tiempo y lo único que queda es el amor carnal con el cual buscan y siguen su propia codicia.
      Este es el caso del amor entre una pareja. Al principio prometen amarse el uno al otro por siempre y dicen no poder vivir el uno sin el otro, pero en realidad ¿qué pasa cuando se casan?
      En la mayoría de los casos sus corazones cambian con el transcurso del tiempo y entonces empiezan a observar cosas que son de su agrado en la otra persona. Antes trataban de complacerse los deseos el uno al otro, pero después causan muchas dificultades si uno de los cónyugues no está de acuerdo con su opinión.
      En la actualidad las parejas se divorcian muy fácilmente. Hace unas pocas décadas atrás el divorcio era algo muy raro en Corea. Pero al presente la gente se divorcia con facilidad y al poco tiempo se vuelven a casar con otra persona. Aún así, cada vez dicen amar verdaderamente a la otra persona.
      Lo mismo sucede con el amor entre padres e hijos. Por supuesto que hay padres que están dispuestos a sacrificar sus vidas por sus hijos, pero aunque amen a sus hijos al punto de la muerte, no podemos decir que se trata de amor espiritual.
      Si ellos tuviesen amor espiritual en verdad amarían a todas las personas por igual, pero mientras más malvado se torna el mundo, es muy raro encontrar a padres quienes sacrifican sus vidas por sus propios hijos. Si estos tienen opiniones que difieren entre sí, estos se convierten en enemigos entre ellos.
      Y lo mismo sucede con el amor entre hermanos y amigos. Cuando las condiciones son favorables y cuando comparten opiniones su amor es duradero, pero cuando las condiciones cambian, su amor cambia en cualquier momento.
      En la mayoría de los casos desean recibir el amor que han entregado. Por supuesto que cuando los corazones están apasionados dicen dar amor de manera incondicional. Pero si esa pasión se apaga lamentan el hecho de haber dado solamente y se desalientan.
      Esto significa que dieron solamente con el deseo de recibir, y eso es amor carnal. En 1 Corintios 13 encontramos el amor verdadero que Dios en verdad anhela. Los versos 4 al 7 de este capítulo dicen: "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".
      ¡Este es verdadero amor espiritual!
      Pero el amor como uno de los Frutos del Espíritu está a un nivel superior a aquel descrito en 1 Corintios 13. Este es el amor que encierra el amor sacrificial que significa amar lo suficiente como para entregar incluso la vida.
      Con este amor podemos entregar nuestra vida por Dios, por Su Reino y Su justicia. Además, debido al amor a Dios, podemos dar la vida por los hermanos. Este es el mayor nivel de amor con el cual se puede dar la vida aun por los enemigos que lo aborrecen.
      ¿Cómo podemos dar este tipo de amor? ¡Porque Dios nos lo dio primero!
      Nuestro Señor también nos amó hasta dar Su vida por nosotros aun siendo pecadores. Si es que reconocemos esto no solamente como conocimiento, sino con todo el corazón, podremos amar verdaderamente a Dios.
      A veces quizás pasemos por pruebas difíciles en nuestro caminar de fe. A veces quizás enfrentemos una situación en la que perdamos todo aquello que nos es precioso, pero aún así nuestros corazones no temblarán si tenemos amor verdadero.
      ¡Nuestro amor y confianza en Dios no cambiarán! Nosotros ya hemos recibido Su amor al punto de haber entregado a Su Hijo unigénito, y así, no hay razón alguna por la que debamos estar desalentados por Él ni dudar de Su amor.
      Nuestro amor por Él no cambiará y seguiremos confiando con fidelidad en el amor de Dios perfecto al punto de dar incluso nuestras vidas, y lo mismo sucede con respecto a otras vidas.
      1 Juan 3:16 dice: "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos". Amaremos a otras almas con amor verdadero si es que tenemos amor para Dios.
      No tendremos deseo alguno de buscar nuestro propio beneficio, ni anhelaremos nada a cambio incluso aunque demos todo por los demás. Pero este tipo de amor verdadero se cultiva en uno a la medida en que desechemos la carne en nosotros.
      Podremos producir este fruto a la medida en que desechemos el pecado, la maldad, y la desobediencia para ser santificados. En la Biblia podemos ver el tipo de amor que cultivaron los patriarcas.
      Moisés deseaba salvar al pueblo de Israel, aunque significaba que su nombre sería borrado del Libro de la Vida. El Apóstol Pablo dijo en Romanos 9:3: "Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne".
      Cuando Esteban estaba siendo apedreado oró a Dios diciendo: "Señor, no guardes este pecado en contra de ellos".
      ¿Cuánto amor de este tipo ha producido usted?
      ¿Cuánto ama usted a Dios el Padre y al Señor?
      ¿Cuánto ama a sus hermanos y hermanas en la fe?
      Algunas personas dicen que aman al Señor y al pastor, pero no aman a sus hermanos en la fe. Incluso aunque estas personas no sean sus enemigas ni están reclamando sus vidas, aún así tienen problemas con ellos sobre asuntos triviales.
      Aunque están trabajando juntos por Dios, desarrollan malos sentimientos cuando difieren en sus opiniones. También cuando ven a las almas que están espiritualmente muertas, algunos están adormecidos sin sentir tristeza por ellos.
      ¿Realmente aman ellos a Dios?
      En alguna ocasión les dije: "Si yo pudiera salvar a mil almas estaría dispuesto hasta a ir al Infierno en lugar de ellos". Yo sé bien qué tipo de lugar es el Infierno y no me gustaría hacer nada que me conduzca a ese lugar sin importar el costo.
      Pero si logro salvar a las almas que están cayendo al Infierno estoy dispuesto a tomar esa decisión. Entre aquellos mil pueden estar miembros de nuestra iglesia; quizás sean líderes o miembros que no escogen la verdad sino que van por el camino de muerte a pesar de que escuchan continuamente la Palabra de Verdad y confiesan del Poder de Dios.
      O quizás se trate de aquellos que tienen mal entendidos o que tienen envidia de nuestra iglesia y se oponen a nosotros. Quizás sean almas muy pobres en lugares desolados (como aquellos en África) quienes están en desesperación por causa de las guerras y del hambre.
      Quizás sean personas que se comprometen con el mundo porque viven en países donde las obras poderosas del Espíritu Santo han cesado. Yo podría dar mi vida por aquellas personas así como Jesús dio su vida por nosotros.
      Yo no los amo con un sentir de obligación debido a que Dios nos manda que amemos. Yo no amo solamente de palabras. Yo doy mi vida y toda mi energía por ellos cada día y los guío hacia la Salvación debido a que los amo más que a mi propia vida.
      Es debido a que sé que es el mayor deseo de Dios el Padre quien me ha amado. Solamente pienso cómo poder predicar el Evangelio en más lugares, cómo puedo lograr que más almas conozcan a Dios mediante la manifestación de mayor poder, cómo puedo lograr que entiendan que el mundo no tiene sentido y ayudarles a que alcancen las mejores moradas celestiales.
      ¿Cuánto del amor de Dios, quien ha dado a su Hijo Unigénito, está grabado en su corazón?
      Si usted está lleno de ese amor, también amará a Dios. Usted amará las almas con un corazón sincero.
      ¡Les animo a cultivar este tipo de amor verdadero y perfecto!
      En la siguiente reunión les hablaré acerca del fruto del gozo, el segundo fruto entre los Nueve Frutos del Espíritu Santo.

      Conclusión

      Amados hermanos y hermanas en Cristo,
      Hoy les he hablado acerca del amor, el cual es el primer fruto entre los Nueve Frutos del Espíritu Santo.
      Les animo a desechar todo amor carnal que busca lo suyo, desea recibir algo a cambio de algo, y que cambia.
      En lugar de eso cultiven el amor espiritual, que es verdadero y con el cual se podrían sacrificar incondicionalmente.
      Luego pueden ir al Cielo, que es donde culmina el amor, y en especial a la Nueva Jerusalén donde pueden entrar solamente quienes han cultivado amor perfecto.
      Yo ruego en el nombre del Señor que ustedes entren a ese lugar para compartir el amor eterno con Dios el Padre quien es amor en sí mismo, nuestro Señor.

      [Amén]


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