• Conferencia sobre 1 Juan (18)

    [1 Juan 3:2-3]

    27-03-2011 | Rev. Jaerock Lee

    • Pasaje

      [1 Juan 3:2-3]
      "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro."


      Esta es la 18a sesión de la serie de conferencias sobre 1 Juan.
      En la última sesión, les expliqué que nuestro Dios nos ha dado un sorprendente amor para hacernos Sus hijos. Él entregó a Su único Hijo y siendo nosotros pecadores, nos salvó por medio de Su sangre, y nos convirtió en hijos Suyos.
      Los incrédulos no conocen Su amor. Por lo tanto, no comprenden a los hijos de Dios y en ocasiones los persiguen.
      Pero si los hijos de Dios moran en la luz y predican el evangelio, los incrédulos podrán también aceptar al Señor. Ellos también podrán convertirse en hijos de Dios y participar en el ordenamiento de la salvación.
      El pasaje de este día en 1 Juan 3:2 dice, "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es".
      Nosotros hemos aceptado a Jesucristo y hemos recibido al Espíritu Santo, y ahora somos hijos de Dios.
      En el pasado, nosotros morábamos en el pecado y no teníamos nada que ver con Dios, pero ahora, somos hijos de Dios que viven en la verdad.
      Aun no se ha manifestado lo que estos hijos de Dios serán, pero cuando Él, es decir nuestro Señor, aparezca, seremos como Él. Esto es lo que dice el pasaje.
      Esto significa que el Señor aparecerá para llevarnos con Él. Él llevará a los hijos de Dios, que creen en el Señor, hacia el reino de los cielos.
      Para entonces seremos como el Señor así como Él es. Es decir, nosotros le veremos en Su propia gloria.
      Juan 14:2-3 dice, "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis".
      Después de hacer esta promesa, Jesús fue crucificado, pero Él quebrantó la autoridad de la muerte y resucitó al tercer día.
      Cuando los discípulos estaban observando al Señor resucitado ascender a los Cielos, dos hombres con vestiduras blancas, es decir dos ángeles, les dijeron.
      Hechos 1:11 dice, "Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo".
      El Señor con seguridad vendrá, y nos llevará a la casa del Padre.
      Para entonces, nuestros cuerpos no serán los cuerpos físicos que tenemos ahora. Como el Señor, tendremos el perfecto cuerpo celestial, el cual es apropiado para la vida en el Cielo.
      Los hijos de Dios viven cada día de sus vidas con anhelo, esperando este día.
      Pero cuando los incrédulos oyen que el Señor vendrá de nuevo, ellos piensan que simplemente es una historia de ficción.
      Esto también fue real en los tiempos del diluvio de Noé.
      La gente no podía creerle a Noé cuando les decía que todo el mundo iba a ser inundado. Cosa semejante jamás había sucedido antes en sus vidas, y ellos nunca habían escuchado que algo como eso sucediera en los días de sus ancestros.
      Pero esa misma cosa que ellos pensaron que nunca sucedería, finalmente sucedió.
      En el diluvio que cubrió todo el mundo, cada uno de los que no creyeron en las palabras de Noé perecieron.
      Las promesas del Dios fiel se cumplen con exactitud.
      Y esto es igual con el juicio venidero.
      2 Pedro 3:3-4 dice, "Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación".
      Sin importar cuánto nosotros digamos que el Señor vendrá de nuevo y que habrá días de gran tribulación, la gente mundana no quieren creerlo.
      La realidad actual parece la misma de ayer, así que ellos creen que nada sucederá mañana.
      Esto se debe a que ellos no desean apartarse de las pasiones del mundo que están disfrutando hasta ahora.
      Pero sin importar cuánto ellos quieran negarlo, el Señor con seguridad vendrá de nuevo.
      Aquellos que no creen en el Señor y que incluso se oponen a Él, verán con sus propios ojos el cumplimiento de la palabra de Dios.
      ¿Creen ustedes con seguridad en este evento que aún no ha sucedido pero que ciertamente sucederá?
      Si ustedes realmente anhelan al Señor quien vendrá de nuevo y si realmente tienen esperanza por el Cielo, deberían tener obras que acompañen su esperanza.
      No deberían simplemente estar diciendo, "¡Señor, ven pronto!", sino que deberían realmente prepararse ustedes mismos para recibirlo.
      La Biblia nos da la parábola de las diez vírgenes que estaban esperando al novio hasta tarde por la noche.
      Las cinco vírgenes prudentes tenían suficiente aceite para sus lámparas, pero las otras cinco vírgenes insensatas no tenían suficiente aceite para sus lámparas.
      Las vírgenes insensatas estaban esperando al novio, pero no prepararon la provisión para realmente recibir al novio. Cuando el novio finalmente llegó, ellas no pudieron entrar al banquete.
      Ahora, ¿Cómo deberíamos nosotros, los que estamos esperando al Señor, prepararnos?
      La respuesta está en el siguiente versículo 3.
      1 Juan 3:3 dice, "Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro".
      Aquellos que tienen esperanza se purificarán así como el Señor es puro.
      Aun cuando ellos dicen que anhelan al Señor y que tienen esperanza por el Cielo, los que viven en pecado no pueden ver realizada su esperanza.
      Nosotros podemos obtener mejores lugares de morada en el Cielo en la medida que nos purifiquemos, es decir en la medida que desechemos los pecados y alcancemos la santidad.
      Si nosotros realmente tenemos esperanza por el Cielo, especialmente por la Nueva Jerusalén, tenemos que desechar los pecados para volvernos irreprensibles y sin mancha.
      Tenemos que cambiar cada pensamiento, palabra y expresión facial que pase por nosotros, e incluso nuestra mentalidad dentro de la verdad.
      Tenemos que tratar con sinceridad, cada momento de cada día, pensando en las formas de actuar más perfectamente en la verdad; para servir a otros; y para buscar el beneficio de otros y darle gloria a Dios.
      En la medida que tengamos esta esperanza y nos esforcemos, Dios nos dará la gracia y la fortaleza para cambiar. Nos podremos convertir en hijos poderosos de Dios que pueden vivir una vida libre de tinieblas.
      Aquellos que finalmente se purifiquen así como el Señor es puro y que se vuelvan fieles en toda la casa de Dios, entrarán en la Nueva Jerusalén, el lugar más glorioso del Cielo.
      Una de las alabanzas que cantamos en Manmin dice, "El Señor que conoce lo más profundo de mi corazón ha hecho mi casa en la Nueva Jerusalén".
      De hecho, aun cuando traten de imaginarse su casa celestial con toda su imaginación, no será fácil.
      Aun cuando se les pide que expresen lo que les gusta, en muchas ocasiones ustedes no saben que es lo que realmente les gusta. Pero el Señor conoce lo más profundo de su corazón.
      Él conoce muy bien qué clase de casa nos agradará más. Por lo tanto, mientras entren en la casa de la Nueva Jerusalén construida por el Señor, cada objeto que vean conmoverá su corazón. Estarán de pie sorprendidos y pensando, "¿Cómo conoce tan bien el Señor cada detalle de mi corazón?".
      Algunos de ustedes podrán haberse imaginado lo siguiente pensando en el Cielo:
      "Yo espero poder tener estas piedras preciosas en mi habitación en el Cielo porque me gusta este color. Quisiera tener un zoológico, una piscina, un gran lago y una bella explanada".
      Sí, según su deseo, así será hecho en el Cielo.
      Pero para que todos sus deseos se vuelvan realidad, tienen que llegar a la Nueva Jerusalén.
      Dios recompensa a Sus hijos de acuerdo a lo que ellos desean, pero solamente a aquellos que llegan a la Nueva Jerusalén. Este es el fruto producido de acuerdo a la justicia de Dios.
      En esta tierra, ellos se niegan a sí mismos y viven solamente de acuerdo a la voluntad de Dios, así que podrán disfrutar de cualquier cosa que deseen en el Cielo.
      Por el contrario, aquellos que viven de acuerdo a su propia voluntad en esta tierra, no podrán disfrutar de todo lo que desean en el Cielo.
      Por supuesto, aun si reciben la salvación vergonzosa y llegan al 1 reino de los cielos o al Paraíso, ustedes disfrutarán de una felicidad que no puede ser comparada con nada de este mundo.
      Disfrutarán de las mejores cosas dentro de la medida de su fe.
      Sin embargo, esa gloria y felicidad no puede incluso ser comparada con aquella de la Nueva Jerusalén.
      El Dios de amor desea que todos nosotros tengamos la más grande de las esperanzas.
      Él no quiere darnos la gloria del Paraíso, del 1er reino, del 2o reino ni del 3er reino de los cielos, sino aquella de la Nueva Jerusalén.
      Es por eso que Él nos aconseja en 1 Tesalonicenses 5:23.
      Este dice, "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo".
      Yo espero que ustedes se llenen con la esperanza que vivirán por siempre con nuestro amado Padre en el mejor lugar de morada del Cielo en un futuro próximo.
      Les insto a que lleguen al espíritu y al espíritu perfecto rápidamente, esperando sinceramente la venida del Señor.
      Yo oro en el nombre del Señor para que ustedes se alejen del pecado de este mundo como las novias puras y santas del Señor.
      Amados hermanos y hermanas en Cristo,
      Salmos 139:16 dice, "Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos".
      Dios los ha conocido a cada uno de ustedes aun desde antes que nacieran. Él pagó el precio para comprar sus vidas con la vida de Su único Hijo. Este amor de Dios nos dio un nuevo nacimiento y nos hizo un ser precioso.
      Ahora, Dios los está buscando con Sus ojos llenos de expectativas.
      Él está esperando incluso ahora, para que ustedes reconozcan el corazón de Dios Padre en lo profundo de su corazón y respondan a Su amor con todo su corazón.
      Yo espero que recuerden este hecho todo el tiempo.
      Nunca tienen que olvidar el amor de Dios
      Nunca tienen que tomar las cosas carnales y perecederas para corromperse con pecados y maldad.
      Yo oro en el hombre del Señor Jesucristo para que ustedes recobren rápidamente la imagen de Dios y solamente den gloria a Dios en todo tiempo.


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