• Dios mide nuestra fe (19)

    [Ezequiel 47:3-5]

    19-05-2013 | Rev. Jaerock Lee

    • Pasaje

      [Ezequiel 47:3-5]
      "Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado".


      Esta es la 19a sesión de la serie 'Dios mide la fe'.
      En Mateo 22, Jesús explica acerca del reino de los Cielos con una parábola.
      En el segundo verso, dice: "El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo".
      Pero esta fiesta fue especial en cierto modo.
      Los que estaban invitados, no llegaron.
      El rey envió a otros siervos a que los invitaran nuevamente, pero fue en vano.
      Cada uno tomó su propio rumbo: uno se fue a su labranza, otro a sus negocios.
      Y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron.
      Entonces el rey dijo a los siervos: "Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis".
      Únicamente después de hacer esto la fiesta se llenó de invitados.
      No obstante, debido a la manera en que se invitó a la gente, algunos eran personas malas y otros mostraron cierta rudeza porque no estaban vestidos apropiadamente.
      En esta parábola, el rey representa a Dios Padre.
      El hijo se refiere al Señor que es nuestro novio.
      Dios el Padre invitó a muchas personas a la fiesta, es decir, a la salvación.
      Con Su mejor esfuerzo preparó la fiesta y cortésmente invitó a las personas.
      Creo que la mayoría de ustedes han respondido con gozo a esta invitación. ¿No es así?
      ¿Hay alguno aquí que está aplazando su respuesta porque está atrapado en las cosas del mundo?
      Si este es el caso, anhelo que respondan a esta invitación con gozo y gratitud.
      Ruego en el nombre del Señor, nuestro novio, que asistan luego a la fiesta con sus mejores vestidos.


      [Mensaje principal]

      Amados hermanos, hermanas en Cristo y televidentes:
      El décimo pecado que priva de la salvación es el de engañar a los siervos de Dios y al Espíritu Santo.
      ¿Hay alguien aquí que intenta engañar a Dios de vez en cuando?
      Creo que ante esta pregunta, todos ustedes responderán que 'no'.
      Pero de hecho, a veces sí tratan de engañar a Dios.
      Claro está, como Job 13:9 lo dice: "¿Os burlaréis de él como quien se burla de algún hombre?" ¡Es imposible engañar a Dios!
      Además, si tienen fe tan pequeña como una semilla de mostaza, ni siquiera podrán tener este pensamiento.
      Lo que intentaré explicar ahora es acerca del engaño del Espíritu Santo mediante el engaño de un siervo con el cual está Dios.
      Esto es igual a tratar de hacer trampa o engañar a Dios.
      La última parte de Apocalipsis 21:8, dice: "...todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda".
      Hacer trampa a las demás personas usando mentiras producirá un desenlace temible. ¿Cuánto más si se trata de engañar a Dios?
      Esto demuestra que no se cree que Dios ciertamente está vivo y que Él es el Todopoderoso que examina el corazón del hombre.
      Además mencioné en la sesión anterior que 'levantarse en contra de un verdadero hombre de Dios' es igual a levantarse en contra de Dios mismo.
      De igual manera, engañar a un siervo de Dios con el que está Dios y engañar al Espíritu Santo es lo mismo que tratar de engañar a Dios.
      En este caso, 'el siervo de Dios con el que está Dios' se refiere a un siervo a quien le sigue la evidencia de que Dios está con él.
      Esta evidencia manifestada es el poder de Dios.
      Este poder es poder autoritativo que únicamente le pertenece a Dios.
      En la Biblia, los profetas y apóstoles con los que Dios estaba, manifestaban las obras de poder, es decir, las señales y prodigios.
      Por ejemplo: Marcos 16:20 dice: "Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían".
      Hermanos y hermanas:
      ¿Por qué algunas personas tratan de engañar a los siervos de Dios y al Espíritu Santo?
      En la mayoría de casos es para obtener ventajas o ganancias personales, o para tapar sus iniquidades.
      Anhelo que ustedes comprendan, a través de los dos eventos bíblicos de los que voy a hablar, cuán necio es tratar de engañar a Dios y qué tipo de desenlace produce.
      En el capítulo 5 de Hechos vemos a una pareja de esposos que cayeron en destrucción después de hacer trampa a los apóstoles.
      Ellos fueron Ananías y Safira.
      Hicieron la promesa de vender una parte de su propiedad y dar el total de la venta a la iglesia, pero por causa de su codicia tomaron una parte del dinero.
      Llevaron solo una parte y la pusieron a los pies de los apóstoles. Pero Pedro los reprendió.
      Hechos 5:3 dice: "Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?"
      La última parte del verso 4 dice: "¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios".
      En el verso 5 leemos que "al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró".
      Safira se presentó luego ante los apóstoles y les mintió al igual que su esposo, y ella también cayó y expiró.
      Aquí 'cayó y expiró' significa 'salirse el alma'. El 'salirse el alma' significa que no alcanzaron la salvación.
      Cuando una persona salva muere, la Biblia dice que esta 'entrega' su espíritu.
      Hermanos y hermanas:
      Si Ananías y Safira hubiesen tenido una oportunidad para defenderse, posiblemente habrían dicho que estaban mintiendo solo a sus apóstoles que eran hombres justos.
      Pero en un sentido espiritual, como dijo Pedro, sus corazones fueron tomados por Satanás. Es decir, fueron motivados por Satanás y dieron lugar a la codicia y engañaron a un siervo de Dios.
      Pedro, en especial, era un apóstol con el poder de Dios y con quien obraba el Espíritu Santo.
      Por medio de la obra del Espíritu Santo, él sintió inmediatamente que Ananías y Safira estaban mintiendo.
      Es por eso que Pedro dijo que Ananías no le mentía a él, sino al Espíritu Santo.
      Sus corazones eran tan malos que de inmediato cayeron muertos sin tener una oportunidad de arrepentirse de sus caminos.
      Su acción fue tan mala que los llevó fuera de los límites de la salvación.
      Debemos guardar en mente que no solo la codicia, sino también el engaño a un siervo de Dios que muestra las obras del Espíritu Santo, son actos de mucha maldad.
      Amados hermanos y hermanas en Cristo: En 2 Reyes 5 podemos encontrar un caso similar.
      Se trata de la historia de Giezi, un siervo del profeta Eliseo.
      Sus ojos estaban cegados por la codicia y le mintió a Eliseo, un hombre de Dios.
      En ese tiempo, Naamán, un general del ejército de Aram, un país vecino de Israel, recibió sanidad completa a su lepra al obedecer las palabras de Eliseo.
      Él estaba tan contento que volvió a Eliseo con las ofrendas que le había llevado.
      Eliseo no aceptó ninguna ofrenda, y simplemente las devolvió.
      Pero Giezi sintió codicia de aquellas cosas buenas. Siguió al grupo de la gente de Naamán y pidió algunos obsequios usando el nombre de Eliseo.
      2 Reyes 5:22 dice: "Bien. Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos".
      Él recibió los obsequios por medio de mentiras; escondió las cosas y pretendió que no había ocurrido nada.
      Cuando Eliseo le preguntó: "¿De dónde vienes, Giezi?, él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte".
      Eliseo conocía incluso el contenido de las conversaciones entre el rey y los ministros de un país hostil mantenidas en el aposento del rey.
      Giezi fue tan necio que trató de engañar a una persona como Eliseo.
      Eliseo le dio la oportunidad de confesar lo que había hecho y arrepentirse, pero él escondió su delito.
      Sin embargo, Eliseo sabía con precisión lo que Giezi había hecho, como si lo hubiese visto con sus propios ojos.
      Cuando Eliseo lo mencionó y profirió una maldición, Giezi se convirtió en un leproso.
      Giezi fue muy necio.
      ¿Cuántas obras grandiosas y sorprendentes de Dios había visto mientras seguía a Eliseo?
      Aun así, no tuvo reverencia por Dios ni por el hombre de Dios.
      Más bien sintió codicia en su corazón y, después de todo, engañó a un hombre de Dios, y al hacerlo intentó engañar a Dios.
      Por esta razón, él fue maldecido.
      También fue separado de Dios.
      Hermanos y hermanas: Los que temen a Dios no descuidan nada relacionado con Él, como la iglesia y las cosas en la iglesia.
      No pueden tratar estas cosas a su discreción personal.
      ¿Cómo tratan estas personas a los siervos de Dios quienes se comunican claramente con Dios y manifiestan obras del Espíritu Santo?
      Deben amarlas con el amor de Dios y deben apreciarlas de la misma manera que aprecian al Señor.
      ¿Cómo podrían pensar en engañarlas?
      ¡Jamás podrían pensar algo así!
      Como hemos visto en los eventos anteriores, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento nos hablan de manera explícita acerca de las consecuencias de engañar a los siervos de Dios y al Espíritu Santo.
      Aunque los pecados no sean revelados ante la gente de este mundo, todas sus acciones serán reveladas en la corte del Juicio Final.
      Ciertamente recibirán el castigo.
      Anhelo que ustedes sin duda recuerden esto, aprendan la lección de Ananías y Safira, al igual que la de Giezi, y que tengan cuidado de esta maldad.
      Amados hermanos, hermanas en Cristo y televidentes:
      El undécimo pecado que nos despoja de la salvación es el de 'no lavar nuestras vestiduras'.
      En la Biblia, muchas veces encontramos pasajes que comparan nuestro corazón con vestiduras.
      Apocalipsis 3:4 dice: "Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas".
      En Apocalipsis 22:14 (LBLA) leemos: "Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad".
      En este caso, las vestiduras se refieren al corazón del hombre en un sentido espiritual.
      Por consiguiente, no manchar las vestiduras significa que no han manchado su corazón con pecados luego de recibir el perdón al aceptar al Señor.
      'Lavar nuestras vestiduras' simboliza limpiar nuestras manchas, es decir, la maldad de nuestro corazón, para hacerlo limpio.
      Otra expresión para esto es la de 'circuncidar el corazón'.
      La primera parte de Jeremías 4:4 dice: "Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén...".
      La circuncisión era un ritual para ser separado como pueblo de Dios en el que debían quitar el prepucio de un hombre.
      Este era un ritual para hacer de sí mismos santos en obras externas, cortando el prepucio que puede infectarse fácilmente con la orina.
      Pero Dios nos dice que hagamos la circuncisión de nuestro corazón.
      Esto significa que debemos cortar la parte de la piel de nuestro corazón que está manchada con el pecado y da mal olor, a fin de purificar nuestro corazón.
      La última parte de Jeremías 4:4 dice: "...no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras".
      En pocas palabras, sin la circuncisión del corazón, debemos ir al fuego que arde sin nada que lo apague, es decir, al Infierno.
      Claro está que esto no significa que debemos circuncidar nuestro corazón de modo perfecto para recibir salvación.
      Aunque lo hagamos lentamente, mientras circuncidemos nuestro corazón para santificarlo, podemos recibir salvación aunque no hayamos terminado por completo.
      En la medida en que hemos alcanzado la circuncisión del corazón, podremos ir a los distintos niveles de las moradas celestiales, que son el Paraíso, el primer reino de los Cielos o la Nueva Jerusalén.
      En este caso, el hecho de no circuncidar el corazón significa dejar de hacerlo por un largo período de tiempo.
      Además, de manera inversa, implica manchar el corazón con pecados otra vez.
      Hermanos y hermanas: Como mencioné al inicio de este mensaje, Mateo 22 también habla acerca de cuán importante es lavar nuestras vestiduras.
      El rey fue a ver a los invitados en la fiesta y vio a un hombre que no llevaba el atuendo apropiado.
      Entonces le preguntó: "Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de boda?"
      Y el hombre enmudeció. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle las manos y los pies, y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes".
      ¿Por qué no piensan en esto?
      Cuando van a una fiesta, lo apropiado y dentro del decoro es usar ropa por lo menos limpia y no arrugada aunque no sea elegante y lujosa.
      El hecho de no preparar las ropas para la boda significa que el invitado fue muy descortés al asistir a la fiesta sin las preparaciones más básicas.
      ¿Quién es el anfitrión de esta fiesta?
      ¡Es el rey!
      Este es un rey que ama a su pueblo.
      Dios el Padre también nos invitó a una fiesta preciosa en la que ni siquiera podemos empezar a soñar.
      Es decir, Dios nos dio el derecho de tomar parte en la fiesta al sacrificar a Jesús en la cruz.
      ¿Qué pasaría si simplemente usamos ropas sucias y arrugadas que siempre usamos y vamos a la fiesta sin la debida preparación?
      ¿Podremos decir que de algún modo valoramos la invitación?
      Estas personas deben comprender que solo por ser invitados a la fiesta no pueden ser escogidos como huéspedes, tal como lo dice Mateo 22:14: "Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos".
      Hermanos y hermanas:
      Hoy muchos de los que van a la iglesia viven una vida en la fe solo de manera formal, sin haber entendido que necesitan circuncidar el corazón.
      Quizás se enfoquen en las obras externas tales como el servicio de adoración, la oración y el servicio social, pero olvidan despojarse de la maldad en el corazón.
      Cuando enfrentan problemas, la maldad en su corazón se agita y poco a poco abandonan al Señor o la iglesia.
      O simplemente permanecen como los escribas y fariseos que eran hipócritas.
      Aunque guardemos estrictamente la ley en las obras externas, debemos recordar que es muy difícil recibir salvación si seguimos cometiendo pecados inmundos y metiendo la maldad en el corazón.
      Esto se debe a que somos salvos por la fe espiritual que proviene del corazón, y no por las obras externas.
      ¿En qué creemos?
      Creemos que el Señor tomó la miserable cruz por nuestros pecados.
      Si creemos en esto con todo el corazón, nos esforzaremos por no pecar más.
      No solo dejaremos de cometer pecados en acción, sino que también nos esforzaremos por sacar las raíces de pecado y maldad de nuestro corazón.
      Claro está que algunas personas quizás digan que ciertamente creen en el Señor mientras no se abstienen del pecado.
      Pero si su fe no está acompañada por obras, no podemos decir que tienen fe verdadera.
      En la actualidad, cuando hacemos énfasis en las obras de fe, los que no entienden la verdad adecuadamente quizás nos acusen de legalistas.
      Pero el legalismo implica considerar solo las obras externas sin tener ningún amor por Dios.
      No debe haber falta de comprensión en esto.
      Asimismo, es muy bíblico poner nuestro énfasis en las obras de fe.
      Santiago 2:22 dice: "¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?"
      Por consiguiente, anhelo que ustedes laven sus vestiduras rápidamente, es decir, que circunciden su corazón y guarden la Palabra de Dios, preparándose de este modo las hermosas ropas para la boda.
      Al hacerlo, ruego en el nombre del Señor que definitivamente participen en la 'fiesta de la salvación' a la que Dios el Padre les ha invitado.


      [Conclusión]

      Amados hermanos y hermanas en Cristo: En Apocalipsis 22:14 (LBLA) leemos: "Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad".
      No obstante, Apocalipsis 22:15 dice: "Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira".
      ¡Cuán opuestos son estos versos!
      Anhelo que no solamente laven sus vestiduras diligentemente, sino que también se esfuercen para que nada las ensucie de nuevo.
      Al hacerlo, anhelo que pasen por las puertas del Paraíso, el primer reino, el segundo reino y el tercer reino de los Cielos y que entren a la Nueva Jerusalén.
      Les animo en el nombre del Señor para que sean invitados como huéspedes de honor, no solo al Banquete de las Bodas en el aire sino también al banquete en la Nueva Jerusalén.


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