[Romanos 13:10]
25-12-2014 | Rev. Jaerock Lee
Escritura
Romanos 13:10
"El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor".
Amados hermanos y hermanas en Cristo:
¡Feliz Navidad!
Cada año, cuando se acerca la Navidad, usted se llena de esperanza y felicidad como un niño que espera un regalo.
Esta felicidad no es producto de las radiantes luces en las calles ni los cánticos de gozo.
Se trata del regalo de Navidad que Dios el Padre nos ha dado.
Él nos dio a Su Hijo unigénito, Jesucristo, como un regalo.
También nos ha prometido algo con este regalo: que cualquiera que acepta a Jesús como Salvador será salvo.
Sin importar cuán bueno sea un regalo material, su gozo no durará por siempre.
Pero el regalo de Navidad que nos dio Dios nos da gozo nuevo cada año.
La razón es que cada año, a medida que crece nuestra fe, la esperanza por el Cielo se hace mayor y la gracia y bendición que disfrutamos en el amor del Señor se hace más abundante.
Ruego en el nombre de nuestro Señor que ustedes puedan disfrutar plenamente de este regalo de Navidad que el Padre Dios les ha dado.
Amados hermanos y hermanas en Cristo:
Ustedes saben bien por qué Dios el Padre creó a los hombres.
Fue para obtener hijos verdaderos.
Así como los padres en el mundo desean compartir amor y felicidad con sus hijos, quienes se asemejan a ellos, Dios creó al hombre a Su propia imagen.
Sin embargo, para obtener hijos verdaderos, hace falta el proceso llamado "Cultivación".
Eso es así debido a que, por el pecado, el hombre debe experimentar la relatividad de la maldad por medio de situaciones causadas por la enfermedad, la muerte y el dolor.
Aun las almas salvadas deben esforzarse mucho y perseverar hasta ir al Cielo.
Este proceso de cultivación no es difícil para el hombre.
El Dios Trino que dirige esta cultivación también ha soportado mucho y ha trabajado mucho.
Si Dios no tuviera amor, no habría permitido los sacrificios para el cultivo de la humanidad.
Además, si el Señor y el Espíritu Santo no tuvieran amor, no habrían logrado cumplir con sus responsabilidades dadas por Dios.
Fue por amor puro que el Señor nació en este mundo, y todo lo que hizo en el mundo también fue por amor.
Las Escrituras dicen que "el cumplimiento de la ley es el amor".
Como está escrito, Jesús cumplió la justicia de la ley con amor perfecto al entregar Su vida.
Hoy observaremos los tipos de amor que nos dio nuestro Señor en tres aspectos.
Por medio de este mensaje anhelo que ustedes comprendan una vez más con el corazón cuán precioso es el regalo de Navidad que hemos recibido.
Amados hermanos y hermanas en Cristo:
En primer lugar, el Señor del amor se sacrificó por completo por nosotros.
Por medio del Mensaje de la cruz ustedes aprendieron sobre las cuatro cualidades del Salvador.
Número uno: debe ser un hombre.
Número dos: no debe ser un descendiente de Adán.
Número tres: debe tener poder. (En el reino espiritual, el poder se obtiene por la ausencia de pecado).
Ya que Jesús fue concebido por el Espíritu Santo, Él no tenía pecado original, y vivió según la ley de Dios sin cometer pecado alguno.
Así que Él tiene el poder para salvar a los pecadores.
Número cuatro: la cualidad más importante por encima de las tres primeras, Él debe tener amor.
Para redimir a los pecadores y salvarlos, Él debe sacrificarse a Sí mismo.
Sin amor, Él no podría sacrificarse a Sí mismo por los pecadores ni superar los terribles sufrimientos.
Dado que Jesús nos amó, Él tomó la cruz.
El hecho de que la Palabra se hiciera carne y viniera a este mundo en carne ya fue un gran sacrificio.
Él metió Su naturaleza omnipotente y divina en la forma de una criatura humilde y sencilla, y vivió en este mundo como un hombre común y corriente.
Para nosotros, Él vivió una vida dura y pobre, de hambre y sed, y a menudo sin dormir ni descansar.
Al final, llegado el momento, Él tomó la cruz. Él aceptó todos los sacrificios en silencio.
La gente le escupió e insultó. Las espinas de la corona penetraron en Su cabeza. Los azotes causaron que Su carne se desgarrara, mostrando Sus huesos. Fue clavado en Sus manos y pies. Sin embargo, Jesús no trató de evitar o escapar del castigo.
Ni siquiera le importó el insulto de ser colgado desnudo como un criminal ni los insultos de la gente.
Jesús es el precioso Hijo de Dios.
Él no tenía razón para sufrir tanto como lo hizo; ciertamente pudo haberlo evitado.
Si así lo hubiera deseado, Él podría haber descendido de inmediato de la cruz y pararse ante la gente con Su apariencia majestuosa y gloriosa.
Podía haber llamado a las huestes celestiales, más de 12 legiones de ellas, y destruir a la gente malvada que se levantó contra Él.
Pero Él en silencio aceptó los sufrimientos y murió porque solo un sacrificio como ese podía salvarnos a usted y a mí.
Hermanos y hermanas,
Para las personas que han sido salvas - como nosotros, la Navidad es un tiempo de felicidad y calidez.
No obstante, hace dos mil años atrás, cuando Jesús nació, ¿qué había en el corazón de Dios el Padre?
Él sabía bien de la gloria futura que recibiría el Señor, pero también sabía qué tipo de sufrimientos terribles el Señor enfrentaría antes de eso.
Él no quitó Sus ojos de Jesús durante 33 años, pero tuvo que sentir el pesar de las cosas que vendrían. Cuando Jesús fue finalmente colgado en la cruz, el Padre sufrió mucho al ver a Su hijo Jesús.
Jesús se sintió muy triste y solo cuando Su Padre amoroso tuvo que alejarse de Él. Pero el corazón del Padre sobrepasó toda descripción cuando tuvo que ignorar el sufrimiento de Su Hijo amado, aunque pudo haberlo ayudado.
Como pueden ver, Dios el Padre también hizo sacrificios grandes al punto de entregar a Su Hijo unigénito por nosotros.
Amados hermanos y hermanas en Cristo:
El segundo aspecto del amor del Señor es el amor que lo entrega todo.
Jesús aceptó todos los sufrimientos y se sacrificó a Sí mismo al punto de dar Su vida mientras nos daba solo lo bueno.
Aquellos padres que aman a sus hijos en verdad no les importa su riqueza o su esfuerzo.
Mientras trabajan muy duro y renuncian a cosas que podrían tener, solo piensan en cómo pueden dar lo mejor a sus hijos y cómo ayudar a sus hijos a tener una buena vida.
Jesús también hizo eso exactamente.
Él no nació en una buena cama de un buen hogar; más bien lo recostaron en un pesebre.
Esto fue para convertirse en el alimento de vida para los pecadores que son aún más bajos que los animales.
Él no buscó una buena casa, buena ropa o buena comida. Él caminó sin tener un lugar dónde posar Su cabeza.
Él se puso ropas ásperas y desgastadas, y a menudo tenía hambre, y oraba.
Esto fue para redimirnos de la pobreza y hacernos ricos.
Constantemente caminaba a lugares por un lado y otro, sin tiempo para dormir o descansar, porque quería mostrar el amor del Padre a la gente que no tenía esperanza; quería plantar en ellos la esperanza por el Cielo.
Fue para salvarlos de los problemas de las enfermedades, las debilidades y la posesión demoníaca.
"Mis amados hijos e hijas que he formado a Mi propia imagen: no sean pobres ni enfermos". Jesús mostró este tipo de corazón del Padre a estas personas.
Él renunció a la gloria de la que disfrutaba como Hijo de Dios. Renunció a Su cuerpo, corazón, tiempo y posesiones - aun a Su vida misma.
Cuando fue colgado en la cruz e ignorado por Dios porque fue el momento en el que estaba redimiendo a la humanidad de sus pecados, Él ni siquiera pudo llamar a Dios "Padre".
En ese momento, para que nosotros pudiéramos ser perdonados de nuestros pecados y para ayudarnos a vivir en el amor de Dios, Él renunció a la intimidad con Su tan amado Padre.
Es por esto que podemos disfrutar de salud, riquezas, sabiduría, honra y todas las bendiciones mientras vivimos en el amor.
Y al final, Él nos presentará la morada en el Cielo para nosotros.
En Juan 14:2-3, Jesús dijo: "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis".
En este momento, Jesús no está comiendo nada. Él está intercediendo por nosotros.
También está preparando lugares para nosotros en el Cielo.
Al renunciar a todas las cosas, Él nos permite disfrutar de las mejores cosas: este es el amor de nuestro Señor por nosotros.
Amados hermanos y hermanas en Cristo:
En tercer lugar, el amor del Señor dio el fruto perfecto como evidencia del amor.
En Juan 12:24, nuestro Señor dice: "De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto".
El sacrificio del intachable Jesús salvó a innumerables almas.
Cualquiera que escuche el evangelio y acepte al Señor podrá recibir el Espíritu Santo y ser salvo.
A medida que estas almas reciben el Espíritu Santo y son salvas, y empiezan a seguir los deseos del Espíritu Santo y a caminar diligentemente en la verdad, pueden sumergirse en el Espíritu y Espíritu completo.
Y finalmente se convierten en los hijos verdaderos que Dios quiere, y alcanzan los lugares más preciosos.
Este es el fruto perfecto que Dios desea.
Pero recuerde esto:
Él abrió el camino de salvación para toda la humanidad, pero no todos se convertirán en fruto perfecto.
Algunos han escuchado el evangelio y han sido salvos, pero si se detienen en la mitad o se desvían por un camino incorrecto, no tendrán relación alguna con el Señor otra vez.
Solo aquellos que caminan por el sendero hasta el final podrán pasar por las puertas de la salvación.
Pasarán no solo por una puerta, sino muchas puertas, y poco a poco entrarán al tercer Reino de los Cielos, o aún mejor, a la Nueva Jerusalén.
Amados hermanos y hermanas en Cristo:
Romanos 5:8 declara: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros".
Cuando no conocíamos al Señor, Él nos amó primero y nos compró con Su sangre preciosa.
En lugar del castigo de ser quemado con fuego y azufre del Infierno, Él preparó el Cielo eterno.
Y cuando buscamos en el nombre del Señor, Él responde los anhelos y deseos de nuestro corazón.
¿Qué le pueden ofrecer ustedes al Señor de tal amor?
Cuando yo descubrí este amor del Señor, yo quise darle todo a Él; mis fuerzas, mi voluntad, mi corazón, mi mente y mi vida.
Para alcanzar la Providencia de Dios el Padre, yo atravesé fuego y agua.
Yo anhelé pagar el sacrificio del Señor, el haber sido colgado en la cruz, produciendo buenos frutos.
Además yo no escatimé nada por el redil que el Señor me ha encargado.
No he discriminado a nadie. Todos y cada uno son tan preciosos que yo he deseado darlo todo por ellos. No he querido escatimar mi propia vida, ni siquiera un poco, de la gracia que el Padre me ha dado a mí.
No he tenido recelo de las palabras de las revelaciones de Dios, pero las he recibido aun arriesgando mi vida por más de siete años. No he pensado que yo debería ser el único que puede manifestar el poder de Dios solo porque lo he recibido tras incontables tiempos de ayuno y oración.
No he querido disfrutar ni esconder el reino espiritual solo porque yo lo he alcanzado tras muchos sufrimientos. Cuando Dios me mostró la Nueva Jerusalén, el mejor lugar en el Cielo, yo no anhelé ir ahí solo.
El amor que he recibido, las bendiciones que he disfrutado, el poder que he manifestado, la gloria y la promesa del Cielo que Dios me ha mostrado; he deseado solo compartir todo con ustedes en todas las formas posibles.
Así que, por esos largos años desde que fundé esta iglesia, jamás he dejado de tener un corazón por las almas, ni siquiera por un instante.
Jamás he olvidado mi deseo más grande de llevar al rebaño al espíritu y espíritu completo, ni siquiera por un instante.
He puesto mi vida en riesgo y he corrido hasta aquí para alcanzar la providencia de Dios para esta iglesia.
Hermanos y hermanas,
¿Y qué hay de ustedes?
A medida que el amor del Padre y del Señor los motivan cada día, ¿son diligentes en tomar el Cielo por fuerza?
Cuando no parece que alcanzan sus metas deseadas con suficiente rapidez, ¿se sienten desalentados y cansados? ¿Se preguntan si lo van a lograr? "No sé qué hacer"
Solo por ustedes, el Padre renunció a lo más precioso, Su Hijo unigénito.
¿Qué más podría sacrificar el Padre?
¿Por qué no les daría la gracia y la fortaleza que los pueden transformar cuando anhelan el espíritu y buscan con fe?
Ruego en el nombre de nuestro Señor que ustedes siempre recuerden el amor que el Padre y el Señor nos han dado, y que ciertamente surja como el fruto del espíritu completo.
¡Amén!