• Resurrección

    [Juan 14:6]

    27-03-2016 | Rev. Jaerock Lee

    • Pasaje

      [Juan 14:6]
      Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.




      [Introducción]

      Amados hermanos y hermanas en Cristo:

      ¡Celebremos la resurrección del Señor!

      Cada Pascua celebramos y compartimos juntos el gozo de la resurrección.

      Compartimos huevos decorados de maneras hermosas y alabamos al Señor quien venció la muerte y resucitó, y vemos la presentación de Pascua.

      Para que este gozo dure por siempre, al final debemos levantarnos como el fruto de la resurrección e ir al Padre.

      Pregunto: ¿cómo podemos participar todos de la resurrección?
      La respuesta la encontramos en el pasaje bíblico de hoy.

      Juan 14:6 dice: «Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí».

      Es decir, solo aquel que cree en el Señor quien es el primer fruto de la resurrección y va por el camino de la verdad, que es el camino de la vida, puede participar de la resurrección y disfrutar de su gozo.

      Ruego en el nombre del Señor que a partir de hoy ustedes vivan de tal modo que posean la esperanza de la resurrección brotando cada día.




      [Mensaje Principal]

      Amados hermanos y hermanas:

      En primer lugar, los que participan en la resurrección creen en la resurrección del Señor.

      La resurrección implica morir, volver a vivir y vivir por siempre.

      Es también el cuerpo corruptible que se torna en incorruptible.

      Esto es algo realmente sorprendente. El cambio no ocurre dentro de la sensibilidad y entendimiento lógico del hombre.

      Sin embargo, la resurrección sí ocurrió y volverá a ocurrir en el futuro.

      La primera resurrección tuvo lugar aproximadamente hace dos mil años atrás.

      Jesús fue crucificado y regresó a la vida al tercer día.

      En la Biblia, en la época del apóstol Pablo, hubo muchas personas que fueron testigos de la resurrección del Señor.

      En 1 Corintios 15:3-8 leemos: «Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales viven aún, pero algunos ya duermen; después se apareció a Jacobo, luego a todos los apóstoles, y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí».
      El apóstol Pablo siempre hablaba de la resurrección; cada vez que predicaba el evangelio.

      Romanos 10:9 dice: «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo».

      Es decir, la esencia del evangelio es que Jesús murió en la cruz para redimirnos de los pecados y resucitó al tercer día.

      Si creemos este hecho, también podemos ser salvos y participar de la resurrección.

      Esta es la razón por la que solo Jesús es «el camino, la verdad y la vida».

      ¿Creen ustedes en la resurrección? Si es así, son personas bendecidas en verdad.

      Pero con el desarrollo de la ciencia, algunas personas no creen esto por causa de sus pensamientos carnales.

      Aunque crean, lo que creen es confuso y ambiguo.

      En el tiempo de Jesús, los que supuestamente conocían mejor la Torá y las Leyes no comprendieron este camino de la cruz.

      Obviamente tampoco creyeron en la resurrección del Señor.

      Como está escrito en 1 Corintios 2:9: «Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman».

      Pero si el Espíritu Santo entra y testifica en nuestro corazón, ciertamente podremos creer que la resurrección es verdadera.

      1 Corintios 2:10 dice: «Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios».

      Dios el Padre envió al Espíritu Santo para que Sus hijos pudieran creer. Además esculpió esta promesa en varias partes de la naturaleza.

      En Romanos 1:20 leemos: «Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa».

      Déjenme darles un ejemplo. ¿Han visto la transformación de una larva en un insecto como la cigarra?

      Cuando la larva se convierte en capullo, parece que estuviera muerta.

      Pero después de un tiempo se convierte en una mariposa con espléndidas alas, y vuela. O puede convertirse en una cigarra, y cantar fuerte.

      En cierta ocasión vimos la larva de una cigarra nacer en uno de nuestros retiros de verano.

      Uno de los pastores llevó una larva al lugar del retiro, y cuando estaba predicando acerca de la resurrección, la cigarra nació justo en el momento. ¡Me impresionó mucho!

      Fue porque Dios preparó un recurso visual para ayudarnos a entender mejor el contenido del mensaje.

      No obstante, aunque Dios ha puesto evidencias en la naturaleza mediante las cuales podemos creer, y aunque ha enviado al Espíritu Santo para que dé testimonio, todavía hay personas que no creen.
      Para poder testificar del evangelio y sembrar fe en ellas, he demostrado muchas obras del poder de Dios.

      Yo he mostrado maravillas y cosas extraordinarias escritas en la Biblia, incluyendo la resurrección, para que ustedes puedan creer.

      Es tal como lo dice Marcos 16:20: «Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían».

      Ahora, hay manifestaciones del poder de recreación que hacen imposible negar la resurrección.

      Los nervios muertos vuelven a vivir y las personas vuelven a ver, escuchar y caminar. Piernas cortas se alargan; orejas deformes o pequeñas se hacen más grandes y normales.

      Tejido cutáneo con quemaduras de 3er grado se regenera.

      ¿Acaso no podemos creer en la resurrección tan solo al ver este poder de recreación?

      La verdad es que debemos creer en la resurrección del Señor para poder participar de ella.

      Asimismo, debemos derribar por completo los pensamientos carnales que nos impiden creer.

      Si lo hacen, ruego en el nombre del Señor que ustedes puedan participar de la resurrección con fe.

      Amados hermanos y hermanas:

      En segundo lugar: aquel que participa de la resurrección obedece las palabras del Señor.

      Si creemos en la resurrección del Señor en lo profundo del corazón, obedeceremos Sus palabras.

      Solo las palabras del Señor son el único camino para participar de la resurrección e ir al Padre. Solo Sus palabras son la verdad que otorga vida.

      Tiene que ser como está escrito en Romanos 10:9, que dice: «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo».

      Pero también tenemos que recordar el siguiente versículo.

      Romanos 10:10 dice: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».

      Es muy importante creer con el corazón.

      Podemos ser salvos solo si creemos el evangelio con el corazón.

      ¿Cuál es la evidencia de que creemos con el corazón?

      Es la obediencia a las palabras del Señor.

      Hermanos y hermanas:
      Los miembros de la iglesia primitiva confirmaron el hecho de que si cree en verdad en la resurrección del Señor, obedecerá Sus palabras.

      Por lo general usamos los términos «cristiano» o «santo»; sin embargo, estas palabras tienen un gran significado.

      Es decir, «cristianos» se refiere a aquellos que siguen a Cristo, y «santos» a aquellos que viven en santidad.

      Estos títulos se dieron mayormente durante la iglesia primitiva hasta que el imperio romano reconoció oficialmente el término «cristianismo».

      Este fue el período en el que hubo fuertes persecuciones contra el cristianismo.

      De manera particular, el título de cristiano se le daba a los miembros de la iglesia de Antioquía.

      Ellos vivían en santidad, mostraban bondad y predicaban el evangelio siguiendo el ejemplo del Señor, y eran reconocidos por los incrédulos.

      No se llamaban a sí mismos cristianos sino que los no creyentes comenzaron a llamarlos así.

      Claro está que algunas personas malvadas usaban el título con desprecio.

      Aun hoy existen personas que usan palabras de desprecio contra los cristianos.

      Algunas personas eran llamadas cristianas o santas ya que se convirtieron en mártires al predicar acerca del Señor.

      Algunas fueron presas de los leones, otras fueron crucificadas y otras quedaron tullidas por las horribles torturas.

      Ya que vivían en catacumbas debían separarse por muerte de sus seres amados que eran creyentes, uno por uno.

      Y sin embargo no se quejaban con pensamientos como: el Señor dijo que vendría por nosotros. ¿Por qué no ha venido aún? Simplemente vivieron cada día alabando a Dios.

      Amaban a los hermanos en la fe y pagaban el mal con el bien, y oraban por las bendiciones de aquellos que los perseguían.

      ¿Por qué lo hicieron? Para seguir y obedecer las palabras del Señor.

      No creyeron en la resurrección del Señor en vano, y por ende, obedecieron Sus palabras.

      Amados hermanos y hermanas:
      ¿Sienten que les es difícil vivir de acuerdo a las Palabras del Señor?

      Romanos 8:17 dice: «Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados».

      Es decir, debemos negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y obedecer las palabras del Señor.

      Los miembros de la iglesia primitiva no sintieron que esa vida era difícil.

      En Romanos 8:18 leemos: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse».

      Mientras creemos en la resurrección del Señor y a medida que obedecemos Sus palabras, nuestra fe en la resurrección se afirmará.

      Poco a poco tendremos el cuerpo y el corazón que son dignos de poseer el cuerpo espiritual y resucitado.

      Entonces podremos participar del gozo de la resurrección por completo.

      Ruego en el nombre del Señor que todos ustedes puedan decirle con orgullo al Señor: «He guardado Tus palabras», cuando Él regrese en las nubes.

      Amados hermanos y hermanas en Cristo:

      Aquel que participa en la resurrección: en primer lugar, cree en la resurrección del Señor; en segundo lugar, obedece Sus palabras; en tercer lugar, al fin produce el fruto.

      Nuestro Señor primero tuvo que dar el ejemplo.

      Obedeció al Padre Dios porque Él creía en el Padre; en consecuencia, Él se convirtió en el primer fruto de la resurrección.

      Además recibió gran honor al cosechar innumerables almas que son salvas gracias al Señor.

      En Filipenses 2:8-11 se expresa: «Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Por esta razón Dios lo exaltó en gran manera y le otorgó el nombre sobre todo nombre, para que ante Él toda rodilla se doble, de aquellos que están en el cielo como en la tierra y bajo la tierra, y para que toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre.

      Cuando Dios observa las innumerables almas que han sido salvas gracias al Señor, ¡cuán orgulloso debe sentirse!

      Asimismo, cuán feliz se sentirá cuando aquellas almas le den gracias y alabanzas por siempre desde el fondo de su corazón.

      Dios el Padre nos dio este camino de salvación, no solo para que el Señor produjera este fruto, sino para que todos nosotros también lo hagamos.

      Desde que yo acepté al Señor hasta este día, he obedecido las palabras del Señor porque he creído en la resurrección del Señor sin una pizca de duda.

      En consecuencia Dios el Padre me ha permitido producir frutos abundantes.

      De manera especial cuando he obedecido en tiempos de dificultad y persecución por el nombre del Señor, Él me ha dado frutos mayores y más abundantes.

      El fruto son las innumerables almas que han llegado a la salvación gracias a este ministerio.

      También incluye aquellas almas que han sido transformadas de pecadores a hermosos hijos de Dios al levantarse sobre la roca, el espíritu y aun el espíritu completo.

      Dios me ha estado dando frutos abundantes hasta ahora, y yo ciertamente creo que los frutos en el futuro serán todavía más abundantes.

      Esta fe mía está contenida en el mural del altar.

      Este mural se basa en 1 Tesalonicenses 4:16-17.

      Dice: «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor».

      ¡Cuán impresionante será ese momento!

      Aquel día yo vestiré el cuerpo espiritual y resucitado junto a ustedes y a innumerables almas, para recibir al Señor.

      En especial aquellos que han alcanzado el Espíritu Completo se acercarán valientemente al Señor.

      Este es el fruto que yo produciré al final de esta marcha de fe siguiendo al Señor.

      El día que este mural se vuelva una realidad, espero que ustedes también se pongan el cuerpo espiritual resucitado para recibir al Señor conmigo.




      [Conclusión]

      Amados hermanos y hermanas:

      El gozo de la resurrección no es otorgado a cualquier persona al azar.

      Ustedes lo podrán disfrutar por siempre solo cuando participen personalmente de la resurrección.

      Expliqué que para poder participar de la resurrección, ante todo debemos demoler los pensamientos carnales y creer en la resurrección del Señor.

      Luego, aquel que cree verdaderamente en la resurrección del Señor, obedece Sus palabras.

      Por último, al creer y obedecer, al fin producirán el fruto.

      Ruego en el nombre del Señor que al producir este fruto se conviertan en testigos del Señor que resucitó ante todo el mundo.

      [¡Amén!]


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