• Justicia de Dios el Padre (2)

    [Salmos 37:6]

    25-12-2016 | Rev. Jaerock Lee

    • Pasaje

      [Salmos 37:6]
      «Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía».




      [Introducción]

      Amados hermanos en Cristo,

      ¡Feliz Navidad!

      ¡Celebremos juntos el nacimiento de Jesús!

      Cuando una persona cumple años, celebramos y la bendecimos además de compartir un tiempo placentero y comer juntos.

      Hoy celebramos un cumpleaños más bendecido y alegre que cualquier otro.

      ¡Es el cumpleaños de nuestro Señor Jesús!

      En Lucas 2:13-14 leemos: «Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!».

      En el mundo las personas hacen una fiesta de Navidad sin el personaje principal.

      Pueden disfrutar por un momento, pero lo único que tienen al final es vanidad.

      Por otro lado, ustedes están disfrutando de paz y felicidad en este lugar de bendición en el que el Señor está con nosotros.

      ¡Cuán bendecidos somos!

      Yo creo que ustedes han sido bendecidos por el mensaje y las presentaciones de la vigilia del viernes.

      Y continuaré predicando la segunda parte del mensaje titulado «La justicia de Dios el Padre».

      Espero que ustedes sean llenos del gozo y la felicidad de la Navidad como el sonido de la alabanza de las huestes celestiales y los ángeles; yo ruego esto en el nombre de nuestro Señor.




      [Mensaje Principal]

      Amados hermanos: ¿Por qué razón la Navidad es algo lleno de gozo y felicidad?

      Como expliqué en las sesiones anteriores, esto se debe a que Jesús cumplió la Ley con amor.

      Por medio de esto, Él nos reconcilió con Dios.

      La Ley es algo bueno en el sentido original, pero se volvió como una prisión en el corazón de la gente cuando se manchó por la maldad.

      Se convirtió en algo a lo cual temer porque existe el miedo a ser castigado si no se la cumple.

      Entonces, en el Antiguo Testamento, que estaba gobernado por la Ley, Dios estaba lejos de las personas.

      Pero hay alguien que nos permite cumplir la Ley por amor a Dios. Se trata de Jesús.

      Él vino como la Luz y expuso toda la suciedad e inmundicia escondidas en la oscuridad.

      Si eso hubiera sido todo lo que hizo Jesús, nosotros tendríamos dificultades para conducir nuestra vida en fe y seríamos condenados constantemente.

      Por el contrario, Jesús no solo reveló los pecados del mundo de acuerdo a los estándares de justicia.

      Él además resolvió el problema del pecado con amor y sacrificio.

      Y para esto, como expliqué en la sesión anterior, Él pagó el precio de nuestros pecados.

      Él lo pagó con Su vida entera. Él llenó la medida de justicia que nosotros necesitamos llenar.

      Por eso reconocemos el amor de Dios en el acto de darnos la Ley y nosotros hemos venido para cumplirla con alegría.

      En esencia Dios está diciendo: «No les digo que vivan de acuerdo a la Ley para condenarlos y castigarlos cuando la quebranten, sino para darles bendiciones, vida eterna y el cielo. Si les parece difícil cumplir la Ley, yo les daré fortaleza, aun al costo de sacrificar a mi Hijo unigénito».

      El corazón de Dios está lleno de amor, como está escrito: «Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3:17).

      Los que pueden sentir este anhelo de Dios por medio del sacrificio de Jesús dejan de considerar que la vida de acuerdo a la Palabra de Dios es una carga, y más bien se sienten felices y bendecidos.

      Esta es la razón por la que nos regocijamos por la venida de Jesús.

      Hermanos:

      Jesús no solo pagó el precio en nuestro lugar, sino que también guardó la Ley por sí mismo.

      Es decir, Él vino a este mundo en un cuerpo humano igual al nuestro y dio el ejemplo de lo que es guardar la Ley.

      En realidad, Jesús no tenía que guardar la Ley al igual que nosotros que estamos dentro de las limitaciones físicas.

      Por encima de todo, Jesús no estaba dispuesto a quebrantar la Ley de Dios, y por eso Él no está atado a la Ley.

      A pesar de esto, Jesús guardó la Palabra de Dios de manera más estricta que cualquier otra persona.

      Podemos ver la perfección del cumplimiento de la Ley por parte de Jesús al considerar los dos grandes mandamientos.

      ¿Cuáles son estos dos grandes mandamientos?

      Para poder tentar a Jesús, un intérprete de la ley le preguntó: «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?».

      Jesús le respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas» (Mateo 22:37-40).

      Entonces, ¿de qué manera amó Jesús a Dios?

      Él simplemente obedeció con un «Amén» y con gozo al punto de ser humillado por completo.


      Tal como lo dice 2 Corintios 1:19: «Porque el Hijo de Dios, Jesucristo […] no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él».

      Jesús fue ejecutado en la cruz en la que solamente morían los peores malhechores.

      Si Él pudo obedecer de este modo, ¿por qué no obedecería con un «Amén»?

      Dios le ordenó que abandonara la gloria celestial para que descendiera a la Tierra y le dijo que nacería en un pesebre y viviría una vida de pobreza. Sin embargo, Él solo obedeció con un «Amén».

      ¿Parece esto algo muy fácil?

      No obstante, la gente se siente incómoda si tiene que vivir en una casa pequeña; todavía peor, eso les hace sentir miserables.

      Jesús solía disfrutar de la posición más alta a la diestra de Dios y tenía toda atención por parte de los ángeles.

      Y no le fue nada fácil descender a este mundo corrompido, el mundo natural, que está plagado de pecado y maldad.

      Además de esto, Jesús no tuvo una vida común en este mundo.

      Él fue considerado un hombre pobre y humilde, y aun un pecador que merecía la muerte.

      Y sin embargo Él solo sintió complacencia por cumplir la voluntad de Dios.

      Es como está escrito en Juan 4:34: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra».

      Él dijo esto porque amó a Dios con todo Su corazón, con toda Su alma y con toda Su mente.

      Hermanos: ¿cuál es la razón por la que Jesús vino a este mundo despreciable y vivió Su vida en la forma de siervo?

      Es para mostrarnos que también podemos amar a Dios como Él lo hizo.

      Todos podemos vivir como Jesús.

      En los últimos seis años, desde el 2010, Dios permitió que todas las fuerzas de mi cuerpo se desvanecieran y me permitió llegar al umbral de la muerte muchas veces.

      Esto es porque la medida de la justicia tenía que llenarse para poder salvar muchas almas en los tiempos finales.

      Entonces obedecí con un «Amén».

      La duración se extendió y sin embargo me he sentido agradecido porque más almas han tenido la oportunidad de la salvación.

      Esto es porque sé que es la voluntad de Dios que muchas almas se salven y se conviertan en verdaderos hijos de Dios.

      Al igual que Jesús, mi única esperanza en la vida también es cumplir la voluntad de Dios Padre a plenitud.

      Jesús nos mostró que podemos hacer incluso cosas aparentemente muy difíciles si tan solo amamos a Dios.

      Ruego en el glorioso nombre de nuestro Señor Jesucristo que todos ustedes imiten el ejemplo de Jesús y obedezcan las palabras de Dios en todo tiempo.

      Queridos hermanos: Jesús vino a este mundo en un cuerpo humano y dio el ejemplo de lo que es guardar la Ley de Dios.

      En primer lugar, les he hablado sobre cómo amó Él a Dios.

      En segundo lugar, hablaré sobre cómo Jesús amó a Su prójimo como a sí mismo.

      Es decir, ¿de qué manera guardó el segundo gran mandamiento?

      Él permaneció con Sus seres amados.

      Es decir, a pesar de que Él es el Rey de reyes, no vivió en un palacio real. Él vivió con las almas y compartió alegrías y también agonía y dolor.

      No ignoró el pesar ni el dolor que la gente sufría por sus pecados.

      Mateo 14:14 dice: «Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos». Como está escrito, Él sanó a los enfermos.

      También alimentó a los hambrientos.

      En Mateo 15:32 leemos: «Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino».

      En el caso de los que lloraban luego de perder a miembros de su familia, Él hizo volver a la vida a una hija, un hijo y un hermano amado y los llevó nuevamente a sus familias.

      Cierto día Él estaba viajando a una ciudad llamada Naín.

      Entonces vio una viuda que había perdido su hijo; ella lloraba detrás de los que estaban cargando el cadáver de su hijo.

      En Lucas 7:13, leemos: «Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores».

      Jesús también impartió la esperanza por el cielo y la libertad de la verdad entre aquellos que eran oprimidos y desesperanzados.

      Después de todo Él recibió el cruel castigo de la crucifixión en lugar de las almas que de otro modo hubieran tenido que ser castigadas por siempre por causa de sus pecados.

      Amados hermanos:

      Ustedes y yo hemos recibido este amor del Señor.

      Yo derramé lágrimas de desesperación y soledad mientras estaba enfermo por siete años. Pero volví a vivir gracias a este amor del Señor.

      Él tuvo misericordia de mí y se me acercó primero mientras yo aguardaba la muerte. No puedo olvidar Su amor.

      También recuerdo el llanto y el dolor que sufrí antes de conocer al Señor.

      Y por esta razón yo he podido compartir el dolor con los miembros de la iglesia desde que llegué a ser pastor.

      Si alguien estaba enfermo, yo deseaba sanarlo.

      Si alguien era maltratado y tenía dificultades, yo deseaba animarlo y fortalecerlo.

      A los que habían perdido la esperanza de la vida yo anhelaba darles esperanza por el reino de los cielos.

      Es por eso que yo estaba con los miembros todo el tiempo; no solo al predicar en la iglesia sino también al ir y venir al santuario.

      Yo extendía mis manos para tomar las manos de los miembros.

      Yo ofrecía a los miembros incluso mi residencia y la casa de oración en la que me comunico con Dios.

      Yo me sentía muy feliz cuando ayudaba a los miembros y cuidaba de las iglesias en dificultades más que cuando cuidaba de mí mismo.

      De igual manera, si un pecador podía liberarse de la carga del pecado gracias a mi llanto, la oración y el ayuno, yo me sentía más feliz que nunca.

      A veces he tenido tiempos tan difíciles que ni siquiera podía sentir si era el día o la noche, pero cuando escuchaba que un pecador se había arrepentido de sus pecados, de repente me sentía fortalecido.

      Cuando escuchaba sobre cada alma que alcanzaba la roca de la fe, el espíritu y el espíritu completo, me fortalecía de forma milagrosa.

      En Filipenses 1:8 el apóstol Pablo dice valientemente: «Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo».

      Asimismo, con valentía puedo decir:

      «Dios es testigo de cuánto amo a los miembros de Manmin y aquellos de ustedes que están asistiendo a este servicio, con el entrañable amor de Jesucristo».

      ¡Y cuánto más nos ama Jesús; Él vino a este mundo despreciable por nosotros!

      Y este día que celebramos la venida de Jesús a este mundo, ¿cómo no nos gozaríamos y cómo no le daríamos las gracias?

      Con este mismo gozo y gratitud anhelo que ustedes compartan la alegría de la Navidad a su prójimo.

      Y ruego también en el nombre de nuestro Señor que ustedes compartan el gozo y el dolor junto a sus prójimos y los miembros que les han sido confiados.




      [Conclusión]

      Amados hermanos:

      Juan 13:3-5 muestra la escena en la que Jesús lavó los pies de Sus discípulos.

      Dice así: «Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido».

      Imaginen que ustedes están ahí.

      ¿Cuán conmovidos se sentirían si Jesús lavara sus pies?

      No podrían evitar que su amor por Él sea todavía mayor.

      Se sentirían agradecidos al punto de esforzarse por circuncidar su corazón y no cometer pecados.

      Además, cumplirían sus responsabilidades con fidelidad y pasión por difundir Su amor a las demás almas.

      Se humillarían a sí mismos y servirían a todos.

      Jesús vino a este mundo en un cuerpo humano similar al nuestro y guardó la Ley. Él demostró el amor de Dios inmerso en la Ley.

      Espero que ustedes quienes han recibido este amor lo reflejen a Él y que guarden las palabras de Dios.

      Ruego en el nombre de nuestro Señor que en este día de Navidad el amor del Señor sobreabunde en nuestra iglesia, en sus familias y entre su prójimo.

      ¡Feliz Navidad!


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