• Justicia de Dios el Padre (1)

    [Salmos 37:6]

    23-12-2016 | Rev. Jaerock Lee

    • Escritura

      Salmos 37:6
      «Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía».



      Amados hermanos en Cristo:

      Esta es la vigilia del viernes anterior a la Navidad y a mí me gustaría compartir el gozo de la celebración con ustedes.

      En la segunda parte de este servicio habrá una presentación musical.

      Les deseo una Navidad alegre y llena del Espíritu en celebración del nacimiento de Jesús.

      Muchas personas trabajan los cinco días de la semana, y desde el viernes en la tarde comienzan a disfrutar el fin de semana bebiendo y haciendo compras.

      En especial en diciembre, que es el mes de la Navidad, fácilmente podemos encontrar personas que van a las fiestas de fin de año o a citas, y los viernes en la noche se iluminan con radiantes luces de colores.

      Sí, es difícil encontrar a Jesús [en la época de Navidad] a pesar de que Él es la razón principal de la celebración.

      Esto se debe a que la gente no conoce el verdadero significado de la Navidad.

      Incluso dicen que la Navidad no es una festividad solo para los cristianos sino que también es para todos y piden que se saquen los árboles que tienen una cruz en la punta.

      Es muy similar a los días en los que nació Jesús.

      Tal como Juan 1:9 lo dice: «Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo». Jesús vino como la luz.

      Sí, Jesús fue rechazado. Como dice en Juan 1:11 «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron».

      Pero ustedes han venido a la iglesia que es el cuerpo del Señor, la iglesia que tiene las relucientes luces del árbol de Navidad.

      Ustedes son como los magos que llegaron desde el oriente siguiendo la estrella, o como los pastores que obedecieron la dirección de un ángel para adorar al niño Jesús.

      Lucas 2:10 dice: «Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor».

      Ruego en el nombre de nuestro Señor quien vino al mundo como la luz que el gozo y la gratitud sobreabunden esta noche mientras recordamos el significado de la Navidad.

      Amados hermanos en Cristo:

      Cada Navidad nos regocijarnos por el nacimiento de Jesús.

      ¿Por qué?

      Porque al final Jesús cumplió la ley con amor.

      Él nos reconcilió con Dios.

      En los días del Antiguo Testamento, que eran los días de la ley, era imposible llamar a Dios «Padre».

      ¿Significa que la ley apartó a la humanidad de Dios?

      De ninguna manera. La ley se estableció por una buena razón.

      Dios dio la ley a los israelitas para que pudieran disfrutar el privilegio de ser un pueblo de Dios y recibir las bendiciones que lo acompañaban.

      Es tal como Dios lo prometió en Éxodo 19:5-6. «Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel».

      Pero esta ley se había convertido en una carga pesada para la mayoría del pueblo cuando vino Jesús.

      La razón fundamental era que ellos quebrantaron la ley por buscar su propio beneficio según su deseo, es decir, buscaron los rasgos de la carne.

      ¿Qué pasaría si un niño no conoce el amor de sus padres?

      Considerará el consejo o la disciplina de sus padres como algo irritante y lo ignorará.

      Mientras la gente más se mancha con los rasgos de la carne y la maldad, mayor es la carga de guardar la ley de Dios, y Su justicia se siente más que Su amor.

      En otras palabras, la ley no era una promesa de bendición sino un estándar para juzgarlos por su pecado.

      Claro está que pocas veces hubo personas como los padres de Juan el Bautista, Ana y Simeón, quienes guardaban la ley por amor a Dios.

      No obstante, la mayoría de personas no lo hacían así.

      Los fariseos, los escribas y los intérpretes de la ley son ejemplos de estas personas.

      Pueden ser expertos en la ley pero ignorantes del amor que contenía la ley.

      Por causa de los errores de sus enseñanzas las personas de la época se alejaron de Dios.

      En aquellos días de oscuridad Jesús el Hijo de Dios vino a este mundo como la Luz para alumbrarlo con el amor de Dios.

      Con la ley los intérpretes de la ley causaron que la gente se distanciara de Dios, pero Jesús los reconcilió con Dios con la misma ley.

      Encontramos un ejemplo claro en Juan 8.

      Los escribas y los fariseos llevaron a una mujer que encontraron en adulterio, y le hicieron una pregunta a Jesús.

      «Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?».

      Jesús, sin embargo, solo escribió los pecados de la gente congregada en el suelo y dijo: «...el que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella».

      Cuando escucharon eso comenzaron a retirarse, uno por uno, y solo quedaron Él y la mujer. Jesús le dijo: «Ni yo te condeno; vete; desde ahora no peques más».

      Los escribas y fariseos intentaron juzgarla y condenarla apegándose estrictamente a la ley.

      Es tal como lo dice Jesús en Mateo 23:13: «Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando».

      Por otro lado, Jesús salvó a la mujer con amor, que es la idea original de la ley, y la llevó a reconciliarse con Dios.

      Este fue el ministerio de Jesús quien vino al mundo y cumplió la ley con amor.

      Hermanos:

      Hay quienes interpretan mal cuando decimos que Jesús cumplió la ley con amor.

      Dicen que debido a que Jesús cumplió la ley con amor, no necesitamos estar atados a la pesada carga de la ley. Pero ustedes no deben malinterpretar esto.

      En Mateo 5:17 Jesús dijo al respecto: «No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir».

      La luz ilumina la oscuridad.

      Es decir, la luz revela las cosas sucias e inmundas que están escondidas en la oscuridad.

      Jesús quien vino al mundo como Luz reveló todos los pecados del mundo con claridad.

      Él incluso sacó a los que cambiaban dinero y a los que estaban vendiendo y comprando cosas en el templo de Dios.

      Además reprendió con dureza a los hipócritas y los llamó «generación de víboras».

      Es tal como leemos en Salmos 37:6 que dice: «Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía».

      Lo importante es que Jesús reveló los pecados según el estándar de la justicia, pero Él resolvió los problemas consecuentes con amor y sacrificio.

      De modo que Él ayudó a los hijos de Dios para que pudieran guardar la ley de mejor manera.

      Es decir, los que entienden el significado de la venida de Jesús a este mundo como la luz pueden esforzarse más para guardar la ley y la Palabra de Dios.

      Ellos no lo hacen con temor sino con amor.

      Amados hermanos en Cristo:

      Ahora permítanme explicarles dos cosas respecto a cómo Jesús cumplió la ley con amor.

      Primero, Jesús quien vino a este mundo pagó «el precio» en nuestro lugar.

      Él pagó el precio del pecado primero.

      Cuando nosotros quebrantamos la ley Él no dice: «La paga del pecado es la muerte. Tú debes ser castigado por tus pecados». Él no nos juzga ni nos condena de inmediato.

      Él pagó el precio del pecado por nosotros para que no seamos juzgados ni castigados de inmediato.

      Isaías 53:4-6 dice: «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.».

      Jesús no perdonó incondicionalmente a la mujer sorprendida en adulterio.

      Él no ignoró la ley de Moisés que ordenaba apedrear a tales mujeres.

      Su perdón fue invaluable porque Él tomó el pecado de ella y murió en la cruz en lugar de ella; Él pagó el precio del pecado que ella debía pagar.

      Solamente Jesús asumió la maldad en Su propio cuerpo; la maldad de la que no podemos escapar si quebrantamos la ley.

      Robamos cosas con nuestras manos y pies, golpeamos o lastimamos a los demás y vivimos buscando los placeres mundanos; aun así, podemos ser perdonados. ¿Por qué?

      Porque Jesús pagó el precio de nuestro pecado al ser clavado en Sus manos y Sus pies.

      Nosotros juzgamos y condenamos a los demás, aborrecemos a otros y tenemos pensamientos sucios e inmundos, pero si nos arrepentimos llegamos a ser irreprensibles del pecado. ¿Por qué?

      Porque Jesús se puso aquella terrible corona de espinas.

      Cuando un niño hace algo malo, los padres se castigan a sí mismos por la debilidad de su hijo.

      Algunas veces vemos a padres cuyos hijos cometen un delito, y dicen: «Me gustaría pagar el precio del pecado yendo a la prisión en lugar de mi hijo», y ruegan el perdón de su hijo.

      Al igual que estos padres, Jesús pagó el precio del pecado por nosotros.

      Dado que Jesús pagó el precio del pecado por nosotros y rogó a Dios el Padre por nuestro perdón, ahora podemos ser considerados irreprensibles.

      Si nadie hubiera venido al mundo como Jesús quien se sacrificó por nosotros, ahora tendríamos que vivir temblando de temor y vergüenza por nuestros pecados.

      O viviríamos ignorantes de nuestros pecados y al final tendríamos que pagar el precio por ellos.

      Una vez más doy gracias y gloria al Señor quien vino a nosotros como la luz resplandeciente, la luz del cálido amor.

      Hermanos:

      Para cumplir la ley con amor Jesús no solo pagó el precio del pecado por nosotros sino que también «llenó la justicia para recibir respuestas».

      Después del pecado de Adán esta tierra también cayó en maldición; el sufrimiento por la pobreza, las dolencias y los desastres fue inevitable para la humanidad.

      Pero el Señor no dijo: «Es por culpa de ustedes por haber pecado. Se merecen el sufrimiento».

      Mientras Él estaba en este mundo, Él llenó la justicia por nosotros para que pudiéramos recibir las respuestas a la oración por alimentos, ropa, casa, sanidad y los deseos de nuestro corazón.

      ¿Qué hizo Él para que fuera así?

      Para hacer ricos, Él vivió una vida de pobreza en nuestro lugar.

      Aquellos que solían experimentar la austeridad primaveral pueden entender el sufrimiento de no tener ningún alimento.

      Digamos que ustedes solían ser muy pobres pero que ahora pueden llevar mejor sus vidas. Entonces su enemigo les ruega que paguen una deuda por él.

      Pero si ustedes pagan la deuda en su lugar, volverán a tener una vida de pobreza.

      ¿Quién entre ustedes está dispuesto a hacer eso?

      Nuestro Jesús estuvo dispuesto a hacerlo.

      Sin ninguna duda abandonó toda la gloria del Cielo.

      Él nació en el cuerpo de un hombre de este mundo despreciable; nació en un pesebre sucio.

      Creció como parte de una familia de un carpintero, junto a sus hermanos.

      Durante Su ministerio no tuvo lugar donde reposar Su cabeza y padeció hambre.

      Debido a que nos redimió de la pobreza al vivir una vida pobre, nosotros podemos ser ricos.

      Asimismo, al ser azotado y herido, Él nos redimió de las enfermedades y dolencias.

      A nosotros nos parece algo asombroso que un miembro de la familia done uno de sus órganos (como un riñón) para trasplantarlo en otro de sus parientes.

      Jesús pagó el precio de la justicia hasta que Su preciosa carne se desgarró y Su sangre se derramó para que nosotros tengamos una vida saludable.

      ¿Cómo este Señor podría ignorar a Sus hijos que le piden sanidad de sus enfermedades y dolencias?

      Él no dirá: «Las enfermedades son por culpa de tu pecado y te mereces el dolor. Necesitas sufrir».

      Cuando un niño sufre una fiebre alta, ¿cómo se sienten los padres?

      Sienten pesar y desean ser ellos los que sufren en lugar del niño.

      Con ese mismo sentir el Señor lleva a Sus hijos a la sanidad.

      Hermanos:

      Para ser perdonados de los pecados y para recibir las respuestas a nuestros anhelos se debe pagar el precio de la justicia.

      Para poder cosechar hay que sembrar.

      Esta es la ley del reino espiritual.

      Desafortunadamente muchas personas mal interpretan a Dios con respecto a esto.

      A menudo dicen: «He escuchado que Dios es un Dios de amor. Pero cada vez que pedimos algo debemos pagar el precio de lo que pedimos, ¿acaso no es así? ¿No es eso tener un corazón frío?»

      ¿Pero qué es lo que hemos aprendido esta noche?

      Antes de que se nos pidiera el precio, Dios el Padre y el Señor pagó el precio más que suficiente por nosotros.

      Nuestro Jesús vino a este mundo como la luz y claramente derramó Su luz sobre el pecado.

      Él no se detuvo ahí. Él expulsó las tinieblas con Su luz y mostró el amor de Dios el Padre.

      Él entregó Su propio cuerpo en nuestro lugar. Pagó el precio por nosotros al punto de sacrificar Su vida preciosa.

      Lo hizo al igual que una vela radiante que ilumina la oscuridad mientras se quema.

      Gracias a Jesús llegamos a entender el amor de Dios el Padre.

      Él no nos juzgó ni nos condenó según la ley. Más bien llevó nuestras debilidades y nos ayudó a entender la promesa de la ley, el profundo amor de Dios el Padre quien desea darnos salvación y bendiciones.

      En segundo lugar, para cumplir la ley con amor, Jesús mismo guardó los mandamientos.

      El domingo de Navidad yo seguiré hablando sobre esto.

      Amados hermanos en Cristo:

      Hasta el día que mi hermana me llevó a conocer a Dios, mi vida era una oscuridad completa, sin luz.

      El dolor, la pobreza y la soledad durante mis siete años de enfermedad se sintieron como una noche en el mordaz frío del invierno sin una estufa.

      Mientras estaba en esa situación, el Señor se me acercó.

      Desde entonces mi vida cambió por completo.

      La verdadera felicidad y la paz me rodearon; sentí como si estaba en una habitación acogedora con luces de árbol de Navidad que irradiaban mientras la leña de la chimenea hacía ruidos de chasqueo.

      Todo esto ocurrió porque el Señor mismo vino a este mundo en tinieblas y me redimió del sufrimiento de la pobreza y los castigos terribles.

      Hermanos:

      Desde entonces he vivido mi vida con un solo propósito.

      Este es el de compartir este amor con los demás.

      Me gustaría aliviar sus cargas de toda forma posible. Debo ayudarles a conocer el amor del Padre y del Señor.

      He corrido la carrera de la vida tan solo con esta idea, y esta noche estoy frente a ustedes aunque no me es fácil.

      Me siento muy feliz y agradecido de poder celebrar la Navidad junto a ustedes.

      Anhelo que en esta Navidad ustedes también puedan compartir el amor del Señor con los demás.

      Ruego en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que ustedes sigan trabajando hasta que regrese el Señor para llevarnos al hermoso lugar que está lleno de luz.


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